Venezuela
A un año del cuestionado proceso presidencial de 2024, el gobierno de Nicolás Maduro volvió a recurrir a una estrategia ya consolidada: organizar elecciones en condiciones adversas para la oposición, desprovistas de competencia real y con una participación ciudadana visiblemente reducida. Esta vez, el escenario fueron los comicios municipales, donde el oficialismo se atribuyó la victoria en la mayoría de las 335 alcaldías del país, así como la obtención de cerca de 2.500 cargos en los consejos municipales.
El proceso se desarrolló en un clima de apatía generalizada. Las imágenes de centros de votación vacíos y una baja afluencia de electores marcaron una jornada que, según analistas, evidenció el distanciamiento de amplios sectores de la ciudadanía frente a un sistema electoral que consideran manipulado. La ausencia de los principales partidos opositores —inhabilitados, intervenidos o reemplazados por facciones afines al oficialismo— contribuyó a reforzar la percepción de un proceso sin auténtica competencia democrática.
De acuerdo con los resultados difundidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE), el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados obtuvieron 285 alcaldías, incluyendo plazas simbólicas como Maracaibo, capital del estado Zulia. También fueron confirmadas reelecciones clave, como la de Carmen Meléndez en el municipio Libertador de Caracas, lo que refuerza el control del oficialismo sobre la capital y sus estructuras de poder.
En contraste, algunos bastiones tradicionales de la oposición en Caracas fueron retenidos por liderazgos locales: Gustavo Duque en Chacao, Darwin González en Baruta y Fernando Malena en El Hatillo. Sin embargo, estos resultados, de corte simbólico, no modifican el mapa general de poder, ampliamente dominado por el chavismo, que ahora controla la presidencia, la Asamblea Nacional, 23 de las 24 gobernaciones y la gran mayoría de las alcaldías.
La Plataforma Unitaria Democrática, principal alianza opositora, denunció la falta de condiciones mínimas para participar en los comicios y optó por la abstención como mecanismo de rechazo. En paralelo, el oficialismo promovió la participación de disidencias opositoras con candidaturas propias, a quienes el propio Maduro ha presentado como “la nueva oposición”, en una narrativa que sectores críticos interpretan como un intento de simular pluralismo político.
Desde el exilio y en la clandestinidad, figuras como María Corina Machado insisten en que el respaldo popular está con la oposición democrática, apelando a la memoria de la elección presidencial de 2024, cuando —según estimaciones independientes— más del 70% de los votantes apoyó al candidato Edmundo González. “Hoy el 90% del país le dijo NO a Maduro”, escribió Machado en la red social X, aludiendo a los altos niveles de abstención en estas municipales.
En el plano internacional, persiste el desconocimiento de los resultados presidenciales de 2024. Desde Washington, el secretario de Estado Marco Rubio reiteró que “Maduro no es el presidente legítimo de Venezuela”, aunque reconoció que la presión externa, por sí sola, no ha logrado modificar el equilibrio interno del poder.
Mientras tanto, el chavismo refuerza su hegemonía territorial con nuevos triunfos que se suman a un esquema de control institucional casi absoluto. Con la oposición democrática fuera del tablero electoral y sin condiciones mínimas de competencia, el régimen proyecta estabilidad a través de victorias que, si bien cuestionadas, continúan ampliando su margen de maniobra dentro del país. La interrogante central permanece abierta: ¿cómo articular una alternativa política efectiva en un escenario donde las vías formales de participación están sistemáticamente clausuradas?
Fuente: Infobae