La consultoría va a cambiar


Por: Andrés Elías

A veces siento que la consultoría política se parece demasiado a la publicidad de los 60.
Vestimos bien, hablamos en eslóganes, vendemos confianza envuelta en PowerPoints.
Pero, ¿Cuántos de nosotros realmente construimos algo más que la siguiente campaña?

Nos especializamos en moldear candidatos como si fueran productos.
Los pulimos. Los editamos. Les decimos qué decir, cómo sonreír, cuándo indignarse.
Pero muy pocos les enseñan a pensar políticamente.
A conectar con la historia, con el barrio, con el dolor.
A sostener la mirada cuando el discurso se queda corto.

Hoy veo demasiados consultores repitiendo frases de superación vacías, vendiendo humo envuelto en storytelling.
Lo llaman “branding político”, pero muchas veces es falsificación emocional.
Lo llaman “estrategia”, pero en realidad es gestión del miedo:
miedo a perder, miedo a ser olvidado, miedo a no ser trending.

Y lo peor es que funciona.
Funciona porque el algoritmo premia la pose.
Porque la política se ha reducido a una coreografía de filtros, reels y frases bonitas.
Porque ser auténtico, de verdad, es demasiado arriesgado.

Mientras tanto, el país se quiebra.
La gente desconfía.
El votante se aleja.
Y la democracia se vacía.

Por eso quiero decirlo claro: ya no quiero fingir.
Ni ayudar a otros a fingir.
No quiero más campañas que solo sirvan para llenar una banca.
Quiero proyectos políticos que transformen algo más que un perfil de Instagram.
Quiero trabajar con líderes que no le teman a decir la verdad, incluso cuando no conviene.

Y por eso nace Consultoría Ética.
No como una marca.
Sino como un movimiento.
Una forma distinta de hacer consultoría: con principios, con límites, con propósito.
Porque ganar sin verdad no es victoria.
Y asesorar sin conciencia no es estrategia, es complicidad.

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