Las mamás de la política

Por: Gladys Pérez

Ya sea desde la función pública, la sociedad civil organizada, la academia, la consultoría o desde el primer plano de la política como una candidatura o desde el ejercicio del poder, hay una situación muy clara para las mujeres que se dedican a la política y son mamás: parece que transitan un camino exhaustivo y solitario. 

Y no es que otras profesiones no sean altamente demandantes para las mujeres con hijos, sino que quienes trabajamos en política, sabemos que, en determinados momentos como una campaña electoral, la política se tiende a volver un trabajo que demanda atención 24/7 y a veces, hasta el cambio de domicilio por semanas o meses de muchas mujeres que dejan a sus hijos y familia para atender clientes o proyectos fuera de sus ciudades de origen. 

Durante las mentorías impartidas por algunas consultoras de la Asociación Internacional de Consultores Políticos Digitales (AICODI), tuve la oportunidad de escuchar de algunas de las participantes sobre los retos que a nivel personal han vivido debido al nivel de demanda que implica la política, como la inestabilidad en sus relaciones de pareja, el dolor de no estar tan presentes en sus casas para sus hijos y familia como quisieran o simplemente la falta de empatía que existe en éste ámbito para quienes son madres. 

De hecho, la concepción social que se tiene sobre el éxito de las mujeres que trabajan, no suele ir hilada a los hijos o la familia. La proyección que se da a las mujeres empresarias o políticas exitosas, no tiende a ser la de madres devotas y presentes, sino la de mujeres dedicadas y disciplinadas a alcanzar sus objetivos profesionales: las que estudian, trabajan, emprenden, luchan, viajan y llegan a la cima de sus carreras convirtiéndose en una aspiración para otras, mientras se invisibiliza el enorme sacrificio que esto implica a nivel personal y familiar.  

El sólo hecho de poner en la mesa estos temas es una forma de hacer eco de algunas de las luchas más personales e íntimas de muchas mujeres que incluso, desde el otro lado de la moneda, no han podido ser madres o formar una familia por esta concepción de que esto limitaría o pausaría por completo sus metas profesionales. Y aunque en muchos sentidos esto es verdad, ya que la crianza de los hijos es un trabajo que requiere nuestra mente, cuerpo y corazón en acción 24/7, la realidad es que no es posible alcanzar las metas profesionales más ambiciosas a la par de una crianza responsable y presente si no hay redes de apoyo solidarias y atentas para que las madres puedan dividir su tiempo en ambas cosas; y comprendiendo que aun así, en el camino van a haber muchos sacrificios. 

Simplemente el tiempo no da para emprender, dar seguimiento clientes políticos, criar hijos, tener pareja estable, ejercitarse, tener vida espiritual, leer, estudiar, trabajar, atender el hogar, viajar, todo al mismo tiempo.  

En América Latina las cifras son demoledoras: la llegada del primer hijo reduce drásticamente la participación laboral femenina. En países como México, Perú o Colombia, el descenso puede ser de hasta 25%. Además de que las mujeres que sí trabajan, también dedican en promedio tres veces más tiempo que los hombres a tareas de cuidado y del hogar según el PNUD. 

Y en la política pareciera que el compromiso político y la carrera profesional de muchas mujeres exigiera soportarlo todo para triunfar, incluso a costa de la salud y la familia con el afán de tener éxito. 

Uno de los ejemplos más poderosos y recientes sobre los estigmas existentes de la maternidad en sectores como la política, fue el de Jacinda Ardern, ex Primera Ministra de Nueva Zelanda. Una mujer que hizo historia al convertirse en la segunda jefa de Gobierno en el mundo en dar a luz mientras estaba en funciones y que durante su mandato gozó de altos niveles de aprobación de su gestión, pese a enfrentar situaciones altamente retadoras como la pandemia y el atentado terrorista de Christchurch. 

En 2023, Ardern anunció públicamente su renuncia al cargo comunicando que ya no tenía “suficiente en el tanque para hacerle justicia al trabajo. Tan simple como eso”. Y además mencionó su deseo de estar más presente para su hija Neve, para reponer el tiempo que no le había podido dar esos 5 años y a su pareja, para que pudieran casarse al fin. Lo que abrió un debate internacional sobre si eso era una señal de liderazgo débil o una renuncia valiente y consciente. 

Lo que yo creo es que en realidad el liderazgo de una mujer no va ligado al sacrificio perpetuo de su familia ni de sus hijos. Y es muy necesario que rompamos esos moldes que nos hacen creer que una mujer trabajadora fracasó si no deja a un lado a su familia, por priorizar el trabajo y su carrera. La verdad es que una trayectoria en política no es necesariamente lineal y en ascenso todo el tiempo. Puede haber pausas, hay momentos donde cualquiera debe frenar y darle tiempo a lo que realmente importa en la vida, llamémosle familia, hijos, esposo, a viajar, al esparcimiento, a la salud, a lo que sea que necesitemos y que nos haga felices.  

Es muy importante romper esa narrativa de que la maternidad debilita el liderazgo de las mujeres que trabajan, porque lo que en realidad sucede es todo lo contrario. La maternidad no debería ser algo que se busque ocultar o mantener al margen de nuestra escencia o marca personal, sino que debería ser el principal motor y agenda de cualquier madre en el ámbito en el que se encuentre. Y para ello es muy pero muy necesario, que discutamos estos temas y además, propongamos en nuestros ámbitos de trabajo una dinámica de hacer política y de trabajar más humana y empática para las mamás. Una dinámica que no castigue o invisibilice, sino que acompañe la experiencia de ser madres. 

Hoy quiero aprovechar este espacio para reconocer y visibilizar a mujeres extraordinarias, amigas y colegas que a lo largo de mi andar en la política me han enseñado con su ejemplo que no sólo se puede ser madres amorosas y responsables, sino que sí existe la manera de ser profesionales y líderes destacadas, todo en su debido tiempo. Para ustedes toda mi admiración, cariño y respeto: Sara Tamez, Vania de Dios, Natali Becerra, Jane Arenas, Mayte García Miravete, Renata Reyes, Paulina Vera, Maricela Gastelú, Edurne Ochoa, Janneth Moreno, Lili James, Sharon Valverde, Pamela Alejos y a todas las madres de la política que sienten que a veces su lucha es solitaria, no están solas. 

Porque cada vez que una madre se levanta temprano, con cansancio, con culpa, con miles de deberes, pero con el corazón lleno de amor y determinación, están siendo el cambio que este mundo necesita. Su esfuerzo vale. Su presencia importa. Su liderazgo es esencial. Gracias por perseverar.   



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