Por: Janneth Moreno Arguelles
@ janneth_moreno
Hoy,
el Senado y la Cámara de Diputados están presididos por mujeres. No es la
primera vez, pero confirma una tendencia: la paridad llegó para quedarse y es
ahora un factor clave para reposicionar a los partidos frente a la ciudadanía.
Más
que un logro aislado, esto es la continuidad de un camino: las mujeres siguen
ocupando lugares centrales en la política mexicana y hoy se les coloca como
protagonistas de la narrativa de credibilidad.
Pero
en política nada es casualidad. Este movimiento es también una estrategia de
comunicación política. Recordemos el contexto: en el periodo pasado, las
Cámaras fueron presididas por dos hombres que representaban a la 4T y que
terminaron protagonizando escándalos que dañaron la credibilidad institucional.
De
un lado, Sergio Gutiérrez Luna, señalado junto con su esposa —también diputada—
por excesos y lujos que chocaban con el discurso de ‘primero los pobres’,
escándalo amplificado en redes sociales. Del otro, el penoso espectáculo de
Noroña y ‘Alito’ en el Senado, peleando a gritos en un espacio que debería ser
de debate serio y de altura. Estos episodios no solo exhibieron incoherencia,
también golpearon la marca del partido.
Tras
ese desgaste, el relevo es claro: mujeres con trayectorias reconocidas, limpias
y sin escándalos. Kenia López Rabadán, diputada, senadora, jefa de campaña de
Xóchitl Gálvez y doctora en administración pública. Y Laura Itzel Castillo,
jefa delegacional en Coyoacán, coordinadora de campaña de López Obrador en su
época perredista, y con una carrera sólida en la izquierda.
Con estos nombramientos, los partidos buscan dos cosas:
- El factor de género, que acompaña la narrativa de Claudia Sheinbaum: ‘es tiempo de mujeres’.
- El factor credibilidad, al apostar por perfiles con apertura al diálogo, respeto, negociación y seriedad para conducir un periodo clave: el de presupuestos y reformas.
El mensaje es contundente: después de los excesos y la simulación, llega el tiempo de mostrar rostros femeninos con reputación limpia. El gran reto es comprobar si este relevo significa un cambio real en la forma de hacer política… o si solo es maquillaje estratégico para disfrazar los excesos del pasado.