Entrevista Sufragio: Tannya Bravo – Presidenta de ADANA MX


“Nací, pero no existo.”

Con esta frase, Tannya Bravo ha tocado miles de corazones y ha transformado miles de vidas. Fundadora y presidenta de ADANA MX, esta mujer mexicana encabeza una lucha silenciosa pero poderosa: dar nombre, rostro y derechos a quienes nacieron pero el Estado nunca reconoció. Desde zonas rurales hasta el Senado, su voz se ha convertido en emblema de dignidad y justicia. En esta entrevista para Sufragio, nos comparte la raíz de su causa, la lucha diaria en campo y su visión para un México donde nadie quede fuera, ni del sistema, ni de la historia.

“Soy voz, soy identidad, soy liderazgo con propósito.”
  • ¿Cómo nace ADANA MX y qué te llevó personalmente a comprometerte con el derecho a la identidad?
ADANA nace de una herida personal. Crecí viendo cómo muchas personas a mi alrededor vivían sin papeles, sin nombre, sin derechos. Pero fue cuando una mujer adulta mayor, analfabeta y sin acta de nacimiento me dijo: “M’hija, si no tengo nombre, ¿quién soy?”… que entendí que el derecho a la identidad no es un trámite: es dignidad, es existencia. Yo fundé ADANA para que nadie más tenga que vivir invisible.
  • ¿Qué significa no tener acta de nacimiento en México hoy? ¿Qué consecuencias reales enfrentas como mujer sin identidad legal?
No tener acta es vivir fuera del sistema. No puedes estudiar, trabajar, recibir atención médica, denunciar violencia o heredar. Para las mujeres, esto se vuelve aún más brutal: no tener papeles te deja atrapada en círculos de pobreza, abuso y silencio. Es una doble marginación: por ser mujer y por no “existir”.

Has mencionado que muchas mujeres llegan a ustedes tras años de violencia. ¿Cómo se conecta el derecho a la identidad con la lucha contra la violencia de género?

La identidad es el primer escudo contra la violencia. Una mujer sin papeles no puede denunciar, no puede acudir a una fiscalía ni pedir refugio. La ley no la reconoce. Al darle identidad, le devolvemos voz y acceso a la justicia. Luchar por el derecho a la identidad es luchar contra la impunidad y por una vida libre de violencia.
  • ¿Qué tan dispuestas están las instituciones a facilitar estos procesos? ¿Hay voluntad política o siguen siendo indiferentes?
Hay avances, pero aún predomina la indiferencia. La burocracia a veces parece ciega al sufrimiento humano. Hemos tenido puertas cerradas, expedientes extraviados y silencios dolorosos. Pero también encontramos aliadas y aliados valientes en el sistema que se han sumado. A ellos les decimos: necesitamos voluntad, no solo discursos.
  • ¿Cómo trabaja ADANA en campo? ¿Cómo es un día típico tuyo y de tu equipo en comunidades vulnerables?
No hay días típicos. Hay días con abrazos y lágrimas, con historias de dolor y renacimiento. Vamos a comunidades donde nadie va, cargando actas, formatos, plumas, esperanza. Escuchamos, orientamos, tramitamos. A veces el acta llega meses después, pero ese día es fiesta. Porque un nombre cambia una vida.
  • ¿Te has enfrentado a resistencias o amenazas por el trabajo que realizas? ¿Qué tan riesgoso es defender el derecho a tener nombre y apellido?
Sí. Nos han cuestionado, ignorado, e incluso amenazado por evidenciar omisiones del sistema. Pero cuando una niña recibe su acta y corre gritando su nombre, todo vale la pena. Defender la identidad es incómodo para muchos… porque es hacer visible lo que el sistema quiere ocultar.
  • ¿Qué necesita cambiar estructuralmente en México para que ningún niño o niña quede fuera del sistema desde su nacimiento?
Necesitamos una política pública nacional y transversal. Que el registro de nacimiento no dependa del bolsillo ni del código postal. Que haya brigadas permanentes en zonas rurales, que las fiscalías y el DIF trabajen en conjunto, y que el Estado entienda que nombrar es proteger. Un país sin registro es un país con deuda.
  • ¿Cuál ha sido el caso que más te ha marcado y que te reafirma que esto vale la pena cada día?
Dominga, una mujer de más de 70 años. Nunca tuvo acta, nunca pudo casarse legalmente ni registrar a sus hijos. El día que recibió su identidad, lloró, bailó y dijo: “Ahora sí me puedo morir sabiendo que existí.” Ese día comprendí que este trabajo no es burocrático. Es profundamente humano.




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