Como se talla la realidad: framing y agenda setting en la comunicación gubernamental

 



Por: Natali Becerra S.

Cuando estalla una crisis, los gobiernos no solo compiten por decisiones, compiten por sentido. La forma en que se nombra un hecho, el ángulo con el que se lo cuenta y el orden en que se lo presenta frente a la ciudadanía determinan quién explica, quién justifica y quién paga costos políticos. No es un detalle retórico, es arquitectura del poder.

En abril de 2024, el episodio diplomático entre Ecuador y México lo dejó a la vista: la irrupción de fuerzas armadas ecuatorianas en la Embajada de México en Quito activó dos relatos que corrieron en paralelo según el país, con prioridades, héroes y culpables distintos, mientras en México la cobertura enfatizó en los encuadres de conflicto y atribución de responsabilidades, en Ecuador ganó espacio una narrativa de legitimación institucional y defensa de la soberanía. Esa divergencia no fue azar; fue diseño comunicacional y selección editorial apoyada en dos llaves maestras: la agenda setting y el framing.

La agenda setting se entiende como la capacidad de instalar asuntos prioritarios en la conversación colectiva. No dicta el contenido del pensamiento ciudadano, pero sí delimita los temas a los que la audiencia presta atención. En su primer nivel, la agenda define visibilidad: colocar un tema en el menú informativo, repetirlo con disciplina y sostenerlo el tiempo suficiente para que permee en conversaciones casuales, titulares y redes. En su segundo nivel, la agenda trabaja atributos: términos clave, asociaciones, rasgos positivos o negativos y metáforas que direccionan una lectura concreta del asunto. Esta doble operación puede parecer invisible, pero sus efectos son muy tangibles: condiciona preguntas de periodistas, prioriza pautas de noticieros y genera presión sobre actores que sienten que el tema se volvió inevitable. Para quienes hacen comunicación gubernamental, comprender estos dos niveles sirve para decidir que impulso narrativo dar a cada fase de la crisis y que asuntos dejar deliberadamente fuera del centro de atención.

El framing, por su lado, organiza el relato. Define el encuadre con el que una audiencia interpretará hechos complejos: quien es el sujeto de la acción, cual es el problema, que causa se enfatiza, que criterio de evaluación se aplica y que salida se ofrece. En crisis, el encuadre eficiente reduce incertidumbre y preserva legitimidad. La elección del encuadre puede provocar lecturas opuestas del mismo acontecimiento: defensa del orden institucional frente a atropello al derecho internacional; necesidad de proteger a la población frente a abuso de autoridad; cooperación con socios frente a aislamiento. Las variables visibles que sostienen un encuadre son más específicas de lo que parece: el verbo del titular, el sujeto gramatical elegido, el tamaño y ubicación de la noticia en la página, el tipo de imagen, el foco del pie de foto y la secuencia de declaraciones oficiales. Ajustar esas variables de manera coherente produce una corriente de sentido que el lector navega casi sin notarlo.

El caso Ecuador - México sintetizó estas dinámicas. En Ecuador, la necesidad de afirmar control y cohesión interna se tradujo en portadas y piezas oficiales que priorizaron signos de legitimidad: imágenes de fuerza pública, autoridades técnicas, documentos, cronologías y lenguaje de procedimiento. No es casual que la imagen del día mostrara instituciones en acción más que controversias entre líderes; ese gesto visual ancla una idea de normalidad y mando. En México, la lectura predominante ubicó el énfasis en conflicto y atribución de responsabilidades, con referencias al derecho internacional, a la inviolabilidad diplomática y a los mecanismos de sanción disponibles en el sistema multilateral.

Las dos líneas conviven y chocan: una habla al foro interno, la otra habla al foro externo. Ambas son racionales para sus objetivos políticos. El resultado es una conversación con dos marcos dominantes que compiten por fijar el sentido de lo sucedido.

Al desagregar que temas fueron jerarquizados, que actores ocuparon el centro visual, que verbos encabezaron titulares y que contexto se explicitó u omitió, se reconstruye la ruta narrativa que siguieron los medios de cada país. El enfoque comparativo ilumina similitudes y diferencias en la cobertura y permite estimar efectos sobre la percepción pública y sobre la política exterior.

En un ecosistema de alta presión informativa, estas herramientas ayudan a decidir con rapidez y a corregir cuando el encuadre se desordena, de esa experiencia comparada se desprenden implicaciones tácticas útiles para cualquier oficina pública.

En política y en comunicación gubernamental, la neutralidad narrativa no existe: si un gobierno no define el marco, alguien más lo hará por él. Quien controla la agenda y el encuadre no solo dirige la conversación, sino que también delimita las posibilidades de acción y de interpretación. Este acontecimiento entre los gobiernos de Ecuador y México lo demostró con crudeza: en cuestión de horas, dos países construyeron dos realidades incompatibles sobre un mismo hecho. Y en ese duelo de relatos, no gana necesariamente quien tiene la razón, sino quien tiene la estrategia. La primera narración siempre deja huella. Por eso, en tiempos de crisis, no basta con responder: hay que conquistar el relato antes de que se instale en boca ajena.
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