El reciente cambio constitucional en El Salvador que habilita la reelección presidencial indefinida de Nayib Bukele confirma una tendencia que se ha repetido en América Latina: presidentes populares que concentran poder y modifican las reglas para perpetuarse en el cargo, bajo el argumento de la soberanía popular.
El jueves pasado, la Asamblea Legislativa salvadoreña, dominada por el oficialismo de Bukele, aprobó con 57 votos a favor de 60 una reforma constitucional exprés que no solo permite la reelección sin límite, sino que amplía el periodo presidencial de cinco a seis años y elimina la segunda vuelta electoral.
Aunque parece una medida inédita para El Salvador, no es un fenómeno desconocido en la región. Países como Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador han adoptado mecanismos similares en las últimas dos décadas.
Expertos advierten que esta práctica implica riesgos severos para la democracia. “La reelección indefinida es sinónimo de autocratización”, afirma Mario Torrico, politólogo especializado en América Latina.
Bukele, electo inicialmente en 2019 y reelecto en 2024 con amplia mayoría legislativa, ha consolidado su poder mediante una política de seguridad estricta, incluyendo un estado de excepción que ha llevado a la detención masiva de personas acusadas de vínculos con pandillas, bajo acusaciones de abusos de derechos humanos.
El mandatario de 44 años podrá ahora postularse indefinidamente, sin un plazo obligatorio para dejar el cargo. Ante las críticas, Bukele respondió que “el 90% de los países desarrollados permiten la reelección indefinida”, acusando que la oposición a esta reforma en El Salvador es un doble estándar.
Sin embargo, especialistas como Agustín Grijalva, exjuez de la Corte Constitucional de Ecuador, señalan que comparar regímenes parlamentarios —donde el jefe de gobierno es elegido por el Parlamento— con regímenes presidenciales como el salvadoreño es un error conceptual grave. En regímenes presidenciales, el presidente es elegido en un proceso separado y cuenta con periodos fijos que deben respetarse para preservar la institucionalidad democrática.
Países como Venezuela y Nicaragua mantienen la reelección indefinida en un contexto autocrático, mientras Ecuador y Bolivia han revertido esa práctica tras gobiernos prolongados de Rafael Correa y Evo Morales, respectivamente.
Estas reformas en la región suelen aprobarse cuando los presidentes, ya en su segundo mandato, cuentan con mayorías legislativas y judiciales que permiten modificar las constituciones con rapidez y sin debate amplio. Bukele y Daniel Ortega (Nicaragua) son ejemplos recientes de esta dinámica.
En Bolivia, la reelección indefinida fue autorizada por el Tribunal Constitucional para Evo Morales, a pesar de un referéndum que rechazó esa opción, lo que terminó generando una crisis política profunda.
En Venezuela, Hugo Chávez impulsó la reelección ilimitada en 2008 con un proceso rápido y controlado por su mayoría legislativa, reforzando el argumento de que “el poder pertenece al pueblo”, una narrativa similar a la utilizada por Bukele y sus aliados.
Sin embargo, críticos sostienen que estas reformas no devuelven poder al pueblo, sino que lo concentran en el Ejecutivo, socavando la democracia.
La directora para América de Human Rights Watch, Juanita Goebertus, alertó que “el camino de Bukele puede terminar en dictadura”, en línea con lo ocurrido en Venezuela tras la llegada prolongada de Chávez y su sucesor Nicolás Maduro.
Para los expertos, la viabilidad de la reelección indefinida depende en gran medida de la independencia institucional, especialmente de los poderes judiciales. El caso contrario es Colombia, donde la Corte Constitucional frenó en 2010 la intención del entonces presidente Álvaro Uribe de aspirar a un tercer mandato.
El futuro político de El Salvador es incierto, pero la experiencia regional demuestra que la reelección indefinida suele acompañarse de concentración de poder y erosión institucional. La historia latinoamericana muestra que, aunque algunas reformas pueden revertirse, el daño a la democracia suele ser profundo y prolongado.
Fuente: BBC