Bolivia
El expresidente Evo Morales ya no podrá participar en las elecciones presidenciales de Bolivia. El 3 de julio venció el plazo legal para sustituir candidaturas, sin que ningún dirigente cediera su lugar en la papeleta al líder cocalero. Así, Morales —la figura más influyente de la política boliviana en las últimas dos décadas— queda oficialmente fuera de la carrera electoral, al igual que el actual mandatario Luis Arce, quien también descartó buscar la reelección ante la falta de respaldo interno.
Ambos liderazgos, enfrentados desde hace años, han provocado una fractura profunda en el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que dominaría la escena política boliviana desde 2006. Morales y Arce se culpan mutuamente por el debilitamiento del movimiento. En los hechos, el presidente logró —mediante decisiones del Tribunal Constitucional— arrebatar a su antecesor el control legal de las siglas del MAS, impidiéndole también recurrir a otras agrupaciones políticas para postularse.
Además de los obstáculos jurídicos, Morales enfrentaba una restricción constitucional: el límite de dos mandatos presidenciales, continuos o discontinuos, ya fue superado por su gestión entre 2006 y 2019. El propio ministro de Justicia durante la administración de Arce, Iván Lima, calificó como “logros” las sentencias que cercenaron las posibilidades de retorno de Morales.
Arce, por su parte, ha señalado que no repetirá el error de permitir que “el capricho de Evo Morales” ponga en riesgo la estabilidad del país. Con estas palabras aludió al conflicto poselectoral de 2019, que terminó con la salida forzada del líder indígena, tras denuncias de fraude y una violenta crisis institucional.
La exclusión de Morales ha generado tensiones internas en su círculo cercano, que insiste en su candidatura a pesar de los impedimentos. Esta postura ha dificultado que dirigentes evistas busquen otras alternativas dentro del campo popular para mantenerse políticamente vigentes. La imposibilidad de alcanzar acuerdos llevó, por ejemplo, a la ruptura entre Morales y su antiguo delfín político, el senador Andrónico Rodríguez, quien se postulará por su cuenta con respaldo de sectores sociales distintos al núcleo tradicional del MAS.
Rodríguez aparece en las encuestas con un 15% de intención de voto, ocupando el tercer lugar. Sin embargo, un 25% del electorado aún no decide su voto, y se estima que una fracción importante de ese bloque responde al liderazgo de Morales. Pese a ello, un respaldo abierto de este al senador parece poco probable: en el Chapare, bastión del expresidente, lo acusan de traición.
La fractura entre Morales y Arce ha sido calificada como un proceso de autodestrucción del MAS. Analistas locales e internacionales describen el conflicto como una “implosión” de la izquierda boliviana, acompañada de un creciente desgaste económico y una pérdida de rumbo ideológico. Con ambos líderes fuera de la boleta electoral, Bolivia se encamina hacia un nuevo ciclo político, aún incierto pero con señales claras de un giro hacia alternativas ajenas al estatismo que caracterizó a las gestiones del MAS.
Fuente: El País