Por Christian Olalde
“Divide y vencerás”
La polarización política es una técnica doblemente empleada para encapsular a la sociedad en dos partes que deben tomar una posición clara a favor o en contra. Se trata de una técnica que simplifica extensamente cuestiones complicadas que se convierten de esta forma en una guerra en la que unos son “nosotros” y otros son “los demás”, donde se cierran los ciudadanos en su propio bando, sin espacio para los términos intermedios existentes.
1. La construcción de un enemigo común
El primer componente de esta técnica consiste en la creación de un enemigo común. En la política polarizada el político que lleva a cabo esta técnica no presenta el adversario como alguien que tiene formas de pensar diferentes, sino como una amenaza para el bienestar de la comunidad que representa. Este enemigo común genera un relato que recuerda a la comunidad por medio de un movimiento emocional que, de alguna manera, lleva a la culpa de los problemas que chungan a la comunidad, y la forma de aquello que es "el enemigo".
Ejemplo ejemplar de utilización de un enemigo común ha sido el de determinados políticos en México, quien ha utilizado el concepto de “neoliberalismo” o la “corrupción” como enemigos comunes a gran escala con el fin de movilizar a las masas. Esta figura de un enemigo común se convierte en el centro del discurso, generándose una respuesta inmediata y emocional entre las masas.
2. La simplificación del discurso
La polarización también se presenta en la extensión y la simplicidad del discurso polarizado. Las cuestiones difíciles y complejas se convierten en cuestiones binarias: "estás a favor o estás en contra". No existe espacio para las verdades ni para las posturas intermedias, sino toda la potencia para que el mensaje sea comprendido con claridad, lo que elimina la posibilidad de realizar un análisis en profundidad.
La polarización a su vez puede ser empleada para cuestiones que atañen la seguridad, la justicia o la economía, donde la simplificación del problema que nos ocupa ocupa la centralidad del discurso y donde los políticos presentan soluciones simplistas a esas cuestiones o buscan al enemigo común para dar por terminado con un debate más extenso. La polarización también se presenta en la comprensión directa e inmediata del problema comunal entre la ciudadanía, esto simplifica la percepción del problema.
3. Apelación a las emociones
La estrategia polarizante no busca contraponer argumentos racionales, sino que está diseñada para activar las emociones: miedo, rabia, frustración, orgullo, resentimiento. Los políticos que polarizan intentan activar las emociones de la gente que vota, por una reacción visceral que provoque un mayor apego y se adhiera a sus intereses.
Cuando un político polariza, intenta conectar emocionalmente con la gente, que se identifique emocionalmente con su relato sin otra necesidad que la de apelar a los sentimientos de la gente. Como los datos no son los que se discuten, se recurre a los sentimientos más profundos de las personas.
4. Medios de comunicación y redes sociales
Hoy en día las redes sociales se han convertido en un elemento determinante para el alcance de los mensajes polarizantes. Los algoritmos de Facebook, Twitter y las redes tienden a favorecer el contenido que genera más interacción. Esto significa que, dado que el contenido polarizante suele ser extremo y emocional, se vuelve más probable que estas publicaciones se vuelvan virales.
Los medios de comunicación tradicionales también pueden jugar un papel clave en el proceso de polarización, ya que tienden a hacer hincapié en narrativas que ofrecen ciertos puntos de vista, facilitando que en lugar de dar espacio a una discusión más equilibrada se refuercen las posturas. Esto facilita la división en burbujas informativas, donde cada uno recibe solamente información que confirma sus creencias previas.
La polarización puede ser un buen modo para consolidar una base de votantes y construir un apoyo fiel, las previsibles consecuencias de la polarización a pesar de su éxito inicial pueden ser perniciosas. Uno de los efectos más evidentes es la radicalización de las posturas. La polarización entre la oposición de las dos facciones lleva a que el debate se convierta en binario, lo que dificulta la posibilidad de encontrar puentes o consensos entre sectores de la sociedad.
Otro efecto relevante es la fragmentación de la sociedad, ya que las personas comienzan a identificarse más con su grupo político que con la sociedad en general, provocando así divisiones intra y entre los distintos sectores sociales que pueden ser difícilmente reparadas, sobre todo en un país como el nuestro donde ya existen fuertes divisiones sociales, económicas, culturales, políticas, etc. Es decir, si existe cierta polarización en México, esa polarización podría muy bien exacerbar las tensiones sociales existentes.
En el campo electoral, la polarización puede ser capaz de movilizar a los votantes, pero es así a costa de moverse en un clima conflictivo. Tal clima conflictivo podría tener efectos perniciosos sobre la gobernabilidad porque la división y el conflicto se instalan como rasgos permanentes del espacio político.
Y podríamos decir que si bien la polarización puede llegar a servir como una poderosa herramienta política a la hora de ganar elecciones o incluso consolidar un grupo de apoyo, su uso excesivo puede traducirse en efectos perjudiciales para la sociedad en su conjunto: profundizar la división social y aumentar el antagonismo entre los distintos sectores de la población no sólo produce efectos que impiden la cohesión social, sino que obstaculiza la posibilidad de llegar a acuerdos que beneficien al país tanto en el corto como en el largo plazo.