Corea del Sur
Un día después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, regresara a Washington tras acordar una tregua comercial de un año con su homólogo chino, Xi Jinping, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Corea del Sur se desarrolló con un claro protagonista: el mandatario chino.
En la jornada inaugural, Xi aprovechó su discurso de apertura en la ciudad surcoreana de Gyeongju para presentar su visión de una “globalización económica inclusiva y universalmente beneficiosa”. “Debemos esforzarnos por un desarrollo abierto, en el que todos compartamos oportunidades y prosperidad”, señaló ante los líderes regionales.
El encuentro bilateral entre las dos principales potencias económicas del mundo se produjo el jueves, durante poco más de una hora y media, en el aeropuerto de Busán, en un intercambio simbólico: Trump partía del país y Xi acababa de aterrizar.
Ya en su intervención en APEC, el presidente chino exhortó a las economías del bloque a fortalecer el sistema multilateral de comercio, actualizar las reglas internacionales y preservar el papel de organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Trump, entre acuerdos y autocomplacencia
El mensaje de Xi contrastó con el tono triunfalista de Trump durante su gira asiática, en la que firmó o delineó acuerdos comerciales con Japón, Malasia, Camboya, Tailandia, Corea del Sur y Vietnam. “Literalmente, cientos de miles de millones han ingresado a nuestro país en los últimos días”, afirmó a bordo del Air Force One.
En ese marco, Washington logró compromisos millonarios de inversión. Corea del Sur destinará hasta 350.000 millones de dólares a proyectos en EE. UU., mientras Japón invertirá 550.000 millones a cambio de mantener los aranceles por debajo del 25% inicial. En Tokio, Trump proclamó una “nueva era dorada” en la relación bilateral y anunció cooperación en minerales críticos y tierras raras para reducir la dependencia de China.
Reacomodos diplomáticos en Asia-Pacífico
Xi aprovechó su estancia en Corea del Sur para sostener una serie de reuniones bilaterales. Se encontró con el primer ministro canadiense, Mark Carney, quien calificó el diálogo como “un punto de inflexión” tras años de tensiones. Pekín extendió una invitación oficial a Ottawa, la primera desde 2017, en un momento en que Canadá mantiene un conflicto comercial abierto con Washington.
También dialogó con la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, con quien coincidió en la necesidad de fortalecer una “relación estratégica y mutuamente beneficiosa”. El gesto resulta significativo dado el historial de disputas territoriales entre ambos países, especialmente en torno a las islas Senkaku/Diaoyu.
Xi, además, mantuvo conversaciones con el primer ministro tailandés, Anutin Charnvirakul, y tiene previsto reunirse el sábado con el presidente surcoreano, Lee Jae Myung, para abordar la desnuclearización de la península coreana y los esfuerzos de paz regional.
Una tregua con final abierto
El acuerdo de Busán supone, en términos prácticos, la suspensión de la mayoría de los aranceles recíprocos y del mecanismo de exportación de tierras raras durante un año. Sin embargo, analistas consideran que la tregua representa solo un alivio temporal.
“La reunión justificó la estrategia de China de responder de manera proporcional a las medidas de Washington y utilizar las tierras raras como herramienta de negociación”, señalaron expertos de Trivium China. Aun así, advirtieron que los problemas estructurales entre ambas potencias persisten.
Cliff Kupchan, presidente de Eurasia Group, interpreta el acercamiento como “una señal de estabilidad inesperada” en la relación bilateral. Según el analista, ambas potencias han descubierto su poder de presión mutua: China mediante los minerales críticos, y EE. UU. con los controles tecnológicos y los aranceles.
“La influencia recíproca y el interés de Trump en mostrar resultados garantizan un periodo de relativa calma”, sostuvo Kupchan.
Con todo, la llamada “entente de Busán” parece inaugurar una nueva fase: menos confrontación pública y más pragmatismo, en una rivalidad que sigue marcando el pulso económico global.
Fuente: El País


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