La erosión de la narrativa partidista
Por: Alexis Vladimir Castillo Medel, Analista Político+
Morena atraviesa una crisis silenciosa que no sólo proviene de sus adversarios, sino de su propio entorno, el más cercano: los hijos y familiares del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Lo que en un principio parecía una serie de rumores mediáticos hoy se ha convertido en un factor real de desgaste político, ético y simbólico para el movimiento que prometió regenerar la vida pública de México.
Durante años, el discurso de López Obrador giró en torno a la austeridad y la integridad moral. Sin embargo, las recientes polémicas que involucran a sus hijos y familiares —acusaciones de tráfico de influencias, negocios opacos y presuntos vínculos empresariales con contratos públicos— han comenzado a erosionar esa narrativa. Más allá de si los hechos se confirman judicialmente, el daño político ya está hecho: el apellido “López Obrador” dejó de ser sinónimo de pureza política y comenzó a cargarse de contradicciones.
La situación se agrava por el contexto interno del partido. Morena vive una etapa de redefinición tras la salida de AMLO del poder y el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum. En ese escenario, los llamados “hijos del obradorismo” —biológicos y políticos— disputan espacios, influencia y herencia simbólica. Cuando el propio entorno del fundador se convierte en fuente de conflicto, el mensaje de unidad y renovación pierde fuerza
Las encuestas recientes reflejan esta tensión. Siete de cada diez mexicanos consideran que el sistema judicial actúa con privilegios cuando se trata de los hijos del exmandatario. Y, aunque Sheinbaum ha intentado deslindar su gobierno de esas polémicas, cada nuevo escándalo vuelve a colocar el tema en el centro del debate. Las imágenes de lujos, viajes o negocios familiares contrastan con el discurso de “primero los pobres” que cimentó la base moral de Morena.
En el fondo, el problema no radica en la vida privada de los hijos del expresidente, sino en el impacto que generan sobre la credibilidad del proyecto. Morena no sólo enfrenta una batalla electoral, sino una batalla de coherencia. Su discurso anticorrupción y su promesa de una nueva ética pública se tambalean cuando la sombra del nepotismo y los privilegios toca el círculo más cercano al líder moral del movimiento.
El reto para Morena y para la presidenta Sheinbaum es doble: mantener el legado político sin heredar los vicios personales. Si el partido opta por proteger con silencio o complacencia a los López Beltrán, corre el riesgo de profundizar una fractura interna y regalarle a la oposición la narrativa del desencanto. Pero si afronta el tema con transparencia, marcando distancia y exigiendo rendición de cuentas, podría convertir la crisis en una oportunidad de renovación moral.
En política, los legados no se destruyen desde afuera, se corroen desde dentro. Morena todavía puede evitarlo, pero el tiempo apremia: cada nuevo escándalo familiar no sólo golpea la reputación de un apellido, sino la credibilidad de un proyecto entero.


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