Política Sindical: ni tan neutral, ni tan silenciosa


Política Sindical: ni tan neutral, ni tan silenciosa

Por: Jane Arenas

En el imaginario colectivo, los sindicatos son vistos solamente para la defensa de los derechos laborales: salarios, condiciones de trabajo, prestaciones, así como generar nuevas áreas de oportunidad para el agremiado. Sin embargo, esta visión ha quedado corta frente a la realidad. 

Los sindicatos, más allá del rol que desempeñan ante la colectividad, son actores profundamente políticos. Se mueven, negocian, presionan y definen decisiones que afectan la vida no solo de sus representados, sino que en algunas ocasiones intervienen en la agenda pública del país. La idea de que el sindicalismo puede o debe ser neutral ha sido, en muchos casos, más una ilusión que un principio.

La política sindical no solo existe: es influyente. Hoy, son parte esencial en el juego democrático, especialmente cuando se trata de revisiones contractuales, negociaciones con autoridades o bien, ante órganos de gobierno.

No se participa directamente en procesos electorales, sin embargo, su capacidad de movilizar a su base los hace poderosos. Estos operan como mejor convenga y no siempre en favor de su colectividad.

¿Autonomía sindical…para quién?

La autonomía sindical suele invocarse como ideal, pero en la práctica es sumamente compleja. ¿Cómo puede ser un sindicato completamente neutral cuando dentro de sus negociaciones está involucrado el gobierno? Ya que cuando hablamos de negociación, el interlocutor es el gobierno quien también a su vez tiene sus propios intereses políticos y sobre todo presupuestales.

En ciertos contextos, se exige a los sindicatos o también en su caso a sus agremiados que no participen en política, pero la neutralidad sindical es casi imposible sobre todo cuando se viene próximo un proceso electoral, que sabemos puede beneficiar o perjudicar a la base trabajadora sobre todo en el caso del tema de presupuestos. 

A algunos se les olvida como se formó la organización sindical. Muchos nacieron o al calor de luchas, y en algunos casos, construyeron alianzas. Pedir que se conviertan en entes completamente apolíticos es desconocer su origen y su función y el motivo por el cual se mantienen en pie.

Lo que sí debe discutirse es el exceso de dependencia política que algunos sindicatos desarrollan con gobiernos o partidos, ya que demerita su capacidad de representación. Cuando un sindicato se convierte en un actor sumiso al poder pierde legitimidad y se distancia de su base trabajadora.

La política no es un problema. El problema es cómo se ejerce, esto quiere decir que se corrompe cuando se ejerce sin ética. 

¿Y en el ámbito público?

Los sindicatos tienen la misión de negociar no solo condiciones laborales, sino que también deben participar activamente en debates presupuestales, reformas educativas, de salud. Son una parte importante dentro de la estructura del Estado.

En el caso de México con el surgimiento de las nuevas reformas laborales que ahora impulsan la libertad sindical, están redefiniendo su influencia política. La política de hoy ya no se trata solo de ocupar espacios, debemos entender la narrativa actual, la política de hace 20 años ya nos enseñó que cosas no se deben hacer. Se debe influir, pero sobre todo se debe transformar.

Más allá del contrato

Lo que se necesita no es un sindicalismo silencioso, sino uno deliberativo, crítico, estratégico y representativo. Uno que sepa sentarse a negociar, pero también movilizar a su base cuando sea necesario. Que no tenga miedo de hablar de política, pero tampoco se convierta en brazo operativo de ningún poder. Que caiga en el conformismo, que represente y no pacte.

El sindicalismo moderno debe mover a las nuevas generaciones, con nuevas formas de organización, ofreciendo resultados y transparencia. No debe limitarse a negociar contratos, las nuevas generaciones ya no quieren discursos vacíos ni estructuras cerradas. El mundo ya cambió y muchas organizaciones no lo han entendido.

La política sindical no es mala. Un sindicato no debe ser un enemigo del gobierno, debe negociar con firmeza, sentarse a la mesa con ética e independencia política. Que su toma de decisiones no se vea entorpecida por acuerdos bajo la mesa. Su verdadera lealtad debe ser con su base sindical, aquella que los lleva a la cima del poder. 

No se debe permitir que sean otras voces quienes tomen la palabra, el silencio también comunica. 

Que la voz de los trabajadores sea escuchada, que no gane la desinformación, que las decisiones tomadas sean siempre en favor de la colectividad. Los sindicatos no solo están para defender un salario, hoy día, una organización unida influye, pero también transforma. 

Se debe mirar a futuro, nuevas generaciones están por llegar y ocupar espacios de poder, donde se tomarán de igual forma decisiones que beneficien o repercutan a su base, aquella que debe permanecer unida ante las situaciones políticas que se presentan día a día. 

Lograr un beneficio para todos es casi imposible, por ello, se debe trabajar con una estrategia sólida y bien definida. Pero no puede ser indiferente ante las políticas públicas regresivas. No se busca la neutralidad, se requiere verdadera autonomía sindical, transparencia en las decisiones, pero sobre todo: PARTICIPACIÓN ACTIVA Y CRÍTICA.




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