Magnicidio, polarización y redes: el caso Uribe como espejo de Colombia
PhD José Norte Sosa - Consultor Internacional en Inteligencia Digital,
Comunicación Política y Social Listening - director y fundador de Reputación Digital.
Una herida abierta en la historia política
Colombia conoce bien la palabra magnicidio. Jorge Eliécer Gaitán en 1948, Luis Carlos Galán en 1989, Carlos Pizarro ese mismo año. La lista de líderes asesinados atraviesa generaciones y ha marcado de manera indeleble la relación entre política y violencia.
En 2025, el asesinato del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, nieto del expresidente Julio César Turbay e hijo de la periodista Diana Turbay —también víctima de la violencia política en 1991—, volvió a sacudir esa memoria colectiva. El 7 de junio, durante un mitin en Bogotá, Uribe recibió tres disparos. Luchó durante dos meses en la clínica hasta fallecer el 11 de agosto, a los 39 años.
La noticia no solo generó dolor. También abrió una caja de Pandora: la polarización política se trasladó inmediatamente a los medios y, sobre todo, a las redes sociales.
Una conversación digital dominada por el enojo
El informe realizado por Reputación Digital midió la conversación entre el 21 de julio y el 20 de agosto de 2025. Los resultados muestran la intensidad del debate:
739 mil documentos analizados, con un alcance potencial de 53 mil millones de impresiones.
Plataformas más activas: X (53,2%) y Facebook (44,3%) fueron los epicentros. Instagram, YouTube y TikTok tuvieron presencia marginal.
Emociones dominantes: el enojo arrasó con 73,9%, seguido por la alegría (14,4%) y la tristeza (9,9%).
Sentimientos: más de tres cuartas partes de los mensajes fueron negativos (76,5%).
Discurso de odio: el índice llegó a 15,83 sobre 100, con picos en los días posteriores al fallecimiento.
En otras palabras, el asesinato se convirtió en catalizador de una conversación marcada por la ira y el enfrentamiento, más que por la solidaridad o el duelo colectivo.
Hashtags que dividen
Las etiquetas más repetidas muestran una clara división:
- De solidaridad y justicia: #MiguelUribe, #UribeInocente.
- De confrontación política: #FueraPetro, #NoMásPetro, #PetroVergüenzaMundial.
El duelo nacional fue capturado por la lógica de las redes: convertir el dolor en arma política, en tendencia, en campo de batalla.
Bots y trolls: ejércitos digitales en acción
El informe detectó un 67% de automatización, con 87,8% de las cuentas clasificadas como bots.
- Bots: replicaron miles de mensajes acusando al presidente Gustavo Petro de estar detrás del crimen, comparándolo con Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
- Trolls: difundieron narrativas más extremas, como supuestas alianzas con narcotraficantes o vínculos con el terrorismo.
- Orgánicos: si bien existieron voces ciudadanas reales, quedaron opacadas por la magnitud de la acción automatizada.
Esto confirma un patrón: en momentos de crisis, las redes se convierten en un ecosistema manipulado, donde la frontera entre lo auténtico y lo fabricado se vuelve borrosa.
La dimensión mediática
Los medios tradicionales también jugaron su papel. Televisión, radio y prensa cubrieron intensamente el atentado y el fallecimiento, pero el framing de la noticia varió:
- Mientras unos enfatizaron la “víctima de la violencia política”, otros subrayaron las acusaciones contra el gobierno.
- Los portales digitales, muchas veces, amplificaron rumores antes de confirmarlos, retroalimentando la ola de indignación en redes.
Así, lo mediático y lo digital se potenciaron mutuamente, generando un clima de desconfianza generalizada.
El espejo latinoamericano
Lo ocurrido en Colombia no es un hecho aislado. La polarización y el discurso de odio digital atraviesan a toda la región:
- En Brasil, Jair Bolsonaro y Lula da Silva construyeron campañas donde los bots y las fake news jugaron un rol central.
- En México, las redes se han convertido en campo de batalla entre la oposición y el obradorismo, con ejércitos digitales de ambos lados.
- En Argentina, el ascenso de Javier Milei mostró cómo el enojo puede convertirse en identidad política amplificada por las redes.
Colombia, con su historia de violencia política, parece haber encontrado en las plataformas digitales un nuevo escenario para una vieja batalla.
El magnicidio digital
El asesinato de Miguel Uribe Turbay fue un crimen físico, pero también generó un magnicidio digital. No solo se perdió a un líder joven, sino que su muerte fue utilizada como munición en la guerra narrativa.
Las redes no funcionaron como espacio de memoria o unidad, sino como campo de linchamiento reputacional. En lugar de duelo, hubo acusaciones. En lugar de diálogo, insultos. En lugar de unión, más polarización.
¿Entonces la democracia está en riesgo?
El caso Uribe es un espejo de la Colombia actual: un país atrapado entre la violencia política y la incapacidad de transformar el dolor en consenso.
El magnicidio físico activó de inmediato un magnicidio simbólico en redes. Y si antes la violencia se expresaba en atentados, hoy también se manifiesta en el algoritmo, en la viralización del odio.
La pregunta queda abierta: ¿podrá Colombia —y América Latina— construir una conversación digital menos tóxica y menos polarizada? ¿O estamos frente a una nueva era donde el odio ya no se dispara solo con balas, sino con tuits, hashtags y bots?