Congreso de Guatemala en descomposición: 17 bancadas se dividen en 33 facciones rumbo a 2027

Guatemala

A menos de dos años para las elecciones generales de 2027, el Congreso atraviesa un periodo de profunda fragmentación interna. De los 17 bloques legislativos originalmente conformados, hoy se contabilizan al menos 33 facciones, muchas de ellas lideradas por diputados con ambiciones de reelección o nuevas alianzas políticas. Analistas advierten que esta dinámica impactará negativamente el desempeño legislativo en lo que resta del período.

La actual legislatura, la décima, se diferencia de las anteriores por la ausencia de una bancada oficial reconocida. Aunque algunos congresistas se identifican con el Movimiento Semilla, una resolución judicial mantiene suspendida la personería jurídica del partido, dejando un vacío institucional que ha desatado un reacomodo de fuerzas.

Según expertos, es común que en años electorales surjan divisiones internas, pero el fenómeno actual se ha adelantado. La falta de liderazgos sólidos y la proximidad de la contienda de 2027 han catalizado la formación de nuevos subgrupos dentro de las bancadas. Solo cuatro bloques —Todos, Bien, Unionista y Azul— se mantienen intactos. El resto se ha reconfigurado en alianzas parciales, liderazgos individuales y posturas independientes.

Las bancadas con mayor número de curules son también las más divididas. Por ejemplo, Vamos se ha fragmentado en tres sectores. La diputada Shirley Rivera, una de sus figuras más visibles, se ha distanciado del bloque y ahora impulsa el partido Nuevos Tiempos, en el cual funge como secretaria general.

La UNE también se ha dividido en tres alas: una cercana a su secretaria general, Sandra Torres; otra bajo el liderazgo de dos diputados; y un grupo de cinco legisladores declarados independientes desde febrero. En el caso del Movimiento Semilla, se identifican al menos tres frentes: uno alineado al presidente Bernardo Arévalo, otro vinculado a Samuel Pérez y su nuevo proyecto "Raíces", y un tercero conformado por dos diputadas sin aspiraciones políticas visibles.

Bloques como Viva y VOS también registran divisiones internas, mientras que otras seis bancadas —Cabal, Valor, Elefante, Creo, Victoria y Nosotros— operan divididas en al menos dos facciones.

La dispersión complica la dinámica parlamentaria. Las negociaciones políticas, que antes se gestionaban entre líderes de bloque, ahora deben considerar a más actores, aumentando los costos —políticos y económicos— de alcanzar consensos.

“Negociar con más de treinta grupos no es sencillo. Ya no basta con reunirse a almorzar con cinco personas. Ahora se necesita más tiempo, más recursos y más estrategia”, explica Fernando Bon, director ejecutivo de Congreso Visible.

Con la apertura del próximo período de sesiones ordinarias en agosto, uno de los temas clave será la discusión del presupuesto para 2026, año preelectoral por excelencia. Para los legisladores, esto representa una oportunidad para gestionar obras en sus distritos y fortalecer su posicionamiento ante el electorado. También se elegirá una nueva Junta Directiva, lo cual genera más tensión en el tablero político.

Alejandro Valverth, del Observatorio Legislativo, señala que el presupuesto puede convertirse nuevamente en el punto de cohesión entre fuerzas dispersas, como ocurrió el año anterior. "El interés en invertir en sus territorios y mostrarse activos frente a sus bases electorales hará que los diputados se enfoquen en asegurar recursos", sostiene.

Además del presupuesto, la oposición busca controlar comisiones estratégicas como la de Finanzas o Energía y Minas, y reemplazar al representante legislativo en la Junta Monetaria.

Diputados como Luis Aguirre, de Cabal, reconocen que ya se están negociando espacios en nuevos partidos para buscar la reelección. “Muchos quieren asegurar una casilla, sobre todo quienes fueron electos en segunda o tercera posición. Están viendo en qué partido pueden entrar y ser cabeza de lista”, afirma. Esta dinámica, asegura, mantiene en pausa el trabajo legislativo, ante la incertidumbre legal y la proliferación de nuevos partidos.

Bon sostiene que la fragmentación obedece a la debilidad del oficialismo, lo que dejó un vacío de poder que otros actores han intentado llenar. “Es como un tablero de ajedrez donde nadie mueve las piezas, ni para atacar ni para proteger a su rey”, ilustra.

Uno de los episodios más recientes que evidenció la ruptura interna fue la polémica por el aumento salarial, que derivó en expulsiones y divisiones adicionales. Para Valverth, este conflicto explica la escasa actividad legislativa en los primeros meses del año y la falta de avances en reformas clave.

Además, considera que esta desarticulación limita la capacidad del Congreso para construir acuerdos de cara al proceso electoral: “Con tantos grupos, no hay diálogo ni negociación efectiva, lo que afecta el liderazgo político”.

El 2026 será clave para la actual legislatura, ya que se deberá renovar a importantes autoridades mediante elecciones de segundo grado, como los magistrados de la Corte de Constitucionalidad, del Tribunal Supremo Electoral, la Contraloría General de Cuentas y la Fiscalía General.

La presidencia del Congreso será determinante en estos procesos, al tener la responsabilidad de convocar los mecanismos de postulación. Por ello, varios diputados ya se perfilan como aspirantes a la presidencia legislativa, con el objetivo de influir en estas designaciones.

Bon observa que la actual Junta Directiva ha perdido el control político, pero no hay un grupo consolidado con los votos suficientes para sustituirla. La oposición, no obstante, tiene experiencia de gestión conjunta desde el gobierno anterior, lo que podría jugar a su favor.

Aunque aún restan dos años y medio de legislatura, los analistas coinciden en que el trabajo legislativo quedará relegado frente al afán electoral de muchos diputados.

“La pregunta es si los diputados priorizarán su estrategia de reelección o se enfocarán en legislar. Todo indica que será lo primero”, concluye Valverth.

Fuente: Prensa Libre

 

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