Por: Andrés Carmona
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Durante casi tres años, el mandato del Presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha estado marcado por las polémicas, los discursos, las peleas, los llamados a la calle y la polarización. Los distintos reveses políticos por cuenta del rompimiento de las relaciones con el Congreso, el hundimiento de varios intentos de sus proyectos de ley de reformas sociales o el Presupuesto General de la Nación, y los reveses judiciales en aspectos como los decretos de emergencia económica de la Guajira, la caída de varios artículos del Plan de Desarrollo o la reforma tributaria, los choques con varios magistrados de la Corte, y las investigaciones en su contra por violación en los topes de campaña, financiación irregular de la misma con dineros de cuestionados personajes y delincuentes como el zar del contrabando nacional Diego Marín conocido como “Papá Pitufo”; han llevado a que el Primer Mandatario estableciera una narrativa de choque entre los distintos poderes públicos y la radicalización del discurso hacia el paradigma de una izquierda que debe enfrentar una oligarquía que no quiere dejar ejecutar el programa del cambio.
El Presidente y su gobierno ha buscado imponer una narrativa de que los problemas de poca ejecución del presupuesto, deterioro del sistema de salud, bloqueo institucional, choques con el legislativo y fracaso de sus reformas; más que la evidencia de un problema de incapacidad o inexperiencia de gobernar, son el resultado de una clase oligárquica, aupada en los grandes medios de comunicación corporativos y sectores económicos, que buscan asestar un golpe de Estado blando, un ‘lawfare’, incluso intentar de asesinar al Presidente.
Para alimentar este discurso, el Presidente no sólo se ha desatado en su herramienta de comunicación más poderosa, la red social X, que paradójicamente usa sin descanso a pesar de considerar a su dueño Elon Musk como “nazi”; pero también ha comenzado a abusar de la figura de las alocuciones presidenciales o la cadena nacional, para transmitir discursos viejos, o hasta para romper la confidencialidad del Consejo de Ministros y exponer las intrigas del Gabinete Ministerial a la televisión pública. Un verdadero reality show.
Y si fuera poco, la calle se ha convertido en su herramienta de agitación. Lo que fue su plataforma desde la oposición para obtener la silla presidencial durante el llamado ‘Estallido Social’ entre 2019 y 2021, ahora la usa con frecuencia buscando mostrar apoyo ciudadano, ya que en las encuestas, su aprobación no supera el 32% como lo revela la más reciente encuesta Invamer Poll.
En estos casi tres años, siempre que el Presidente ha tenido un revés ha decidido convocar movilizaciones, respaldado por las centrales obreras y aunque algunas han sido más nutridas que otras, desde allí lanza diversas propuestas que quedan en el viento como la de una convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que luego fue cambiando por Proceso Constituyente, Cabildo Abierto y activación del poder constituyente.
Pero en las últimas semanas, la narrativa ha escalado a un nuevo nivel de radicalización y agresividad por cuenta del hundimiento de su segundo intento de establecer una reforma laboral. El 18 de marzo pasado, la Comisión Séptima del Senado (cámara alta) determinó archivar el proyecto de reforma laboral 2.0. en su tercer debate en el legislativo. El primer intento ni siquiera logró superar el primer debate en la Cámara de Representantes (cámara baja). En esa misma comisión se hundió hace un año la propuesta de la reforma a la salud.
Estos golpes en el legislativo a lo que son las bases del Gobierno Petro han llevado al Primer Mandatario lanzar su nueva propuesta: la convocatoria a una consulta popular, para que la ciudadanía decida con su voto si está de acuerdo o no con varios puntos de las reformas laboral y de la salud que han fracasado. Aspectos como la reducción de la jornada laboral hasta las 6 de la tarde, el pago del 100% de los recargos dominicales y festivos, pago a los aprendices del SENA, eliminación del sistema de aseguramiento privado en salud, entre otros temas pasarán por la decisión de las urnas.
Sin embargo, el camino planteado por el Presidente tiene varios retos constitucionales y políticos. Hay que tener en cuenta que se debe pasar por un filtro previo que es la Plenaria del Senado que debe emitir concepto favorable tanto a las preguntas como a la justificación de la convocatoria de este mecanismo de participación ciudadana.
Son 13 bancadas en disputa, 105 votos con una mayoría de 54 los que serían necesarios para que el Gobierno avance. El gobierno contaría inicialmente con 36 votos fijos por el Sí, por el No habrían 46 votos, y unos votos en “raspables” que aún así hacen muy dificil que pase la convocatoria a las urnas.
El otro reto es si superado el filtro del Senado y convocada la consulta, los resultados son suficientes y vinculantes para que lo que se pregunte en la consulta sean de obligatorio cumplimiento por el Congreso en la expedición de leyes. Para que esto sea así, señala la Constitución y la ley, que los resultados de cada pregunta debe superar casi 13 millones y medio de votos y cada pregunta, la opción Sí debe obtener el 51%. El Presidente Petro ganó en 2022 con 11’291.986 votos, dos millones de votos menos que los necesarios y sin tener en cuenta el desgaste natural del Gobierno; por lo que es muy probable que la consulta no pase.
Pero la realidad es que eso es lo que menos importa en este escenario. Con los fracasos del Gobierno y la convocatoria de la consulta lo que está detrás el inicio de la campaña al Congreso y la Presidencia, que se llevará a cabo a comienzos de 2026. El Presidente quiere ganar la batalla de la continuidad y el escenario de la calle, la campaña y las arengas es su escenario natural. Ya no importará si no se cortan listones, se inauguran obras o se solucionan los problemas de la gente; todo el lenguaje se enfocará en la consulta y en el enemigo común: la clase política, esa que el Presidente ha terminado comparando con los mercaderes de la muerte y el “Rico Epulón” de la parábola de San Lucas.
En un escenario donde ya hay más de una veintena de candidatos presidenciales, que el Presidente se convierta en uno más para imponer sucesor, mueve el tablero y marcará el camino de los próximos meses. Ya se acabó el gobierno, lo que queda es la campaña.