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El resultado de las elecciones del domingo 02 de octubre en
Brasil sorprendió a quienes confiaban en las encuestas electorales, ya que los
institutos se equivocaron por un amplio margen en la proyección de votos para
el presidente Jair Bolsonaro.
Pero, para Raphael Nishimura, director de muestreo del
Centro de Investigación de Encuestas de la Universidad de Michigan (en EE. UU.)
y miembro de la Asociación Americana de Investigación de la Opinión Pública
(Aapor), no tiene sentido tratar a las encuestas electorales como a un oráculo.
DW: ¿Se equivocaron las encuestas?
Raphael Nishimura: Las encuestas preelectorales comienzan
uno o dos días antes [de la votación]. Siempre retratarán al electorado en ese
momento. Si hay cambios en el voto entre el momento en que se finalizaron las
encuestas y las elecciones, ya sea porque el votante se decidió a votar en el
último momento, o porque algunos consumen encuestas y en base a ellas acaban
cambiando su voto, obviamente las encuestas no recogen este cambio de última
hora. Esto es así en todas las elecciones.
Entonces, ¿qué puede haber pasado?
Una posible explicación sería un movimiento de última hora
de la opinión de los votantes, que no se captó porque los sondeos finalizaron
antes de este movimiento.
Otra hipótesis es una posible falta de respuesta, es decir,
cuando alguien no quiere responder a las encuestas, cosa que depende mucho de
las opiniones que tiene el encuestado sobre lo que se está preguntando. Los
votos de Bolsonaro pueden haber sido subestimados [debido a esto]. Tal vez
estos votantes tengan un índice de participación en las encuestas más bajo que
los votantes de otros candidatos. Es una hipótesis muy difícil de demostrar,
porque no hay datos ni pruebas empíricas al respecto. Es un sesgo muy difícil
de corregir, incluso con métodos estadísticos.
[Este fenómeno] ocurrió en 2020 en Estados Unidos, en
parte, por la propia narrativa de Donald Trump de que las encuestas eran todas
compradas, mentira. Algunos de los votantes que escuchan eso pueden haber
decidido no responder a esas encuestas. Se acaba creando un círculo vicioso que
se retroalimenta, porque si eso ocurre, obviamente, las encuestas no van a
poder captar bien el voto de Trump. Se convierte en una profecía autocumplida.
Bolsonaro utiliza una narrativa de cuestionamiento muy similar, desacreditando
las encuestas, lo que puede hacer que sus votantes más comprometidos no estén
predispuestos a responderlas.
Es una hipótesis. Y, en consonancia con esta hipótesis,
está el hecho de que el voto a Lula está más cerca de lo que mostraban la
mayoría de las encuestas.
Si las encuestas no son un pronóstico, ¿para qué sirven
entonces?
El simple hecho de conocer el escenario actual del
electorado, sus preferencias, ya es una información importante. No trabajamos
solo con la predicción del futuro, sino con escenarios que ya han sucedido y
escenarios actuales. Además, si se realizan encuestas preelectorales a lo largo
del tiempo, como vienen haciendo muchos institutos, se pueden observar las
tendencias.
¿Tendrá esta discrepancia entre encuestas y resultados
electorales alguna consecuencia en la segunda vuelta?
Es difícil de decir. Por un lado, creo que, a corto plazo,
es difícil que los institutos de sondeo cambien algo de lo que están haciendo
actualmente. Espero que intenten mejorar ciertos puntos de su metodología para
la segunda vuelta.
Lo que más me preocupa es esta hipótesis sobre la falta de
respuesta, que se agrava, no sólo por la percepción de una parte del electorado
de que las encuestas están sesgadas convirtiéndose en una profecía
autocumplida, sino también por las declaraciones del propio Bolsonaro,
afirmando que ha vencido a los institutos de investigación, haciendo que estos
votantes sean aún menos propensos a responder a las encuestas, lo que puede
incrementar el problema.
Fuente: DW