Alemania reactiva el servicio militar y los jóvenes responden con rechazo y temor al clima bélico
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A partir de 2025, todos los jóvenes alemanes nacidos en 2008 —y los que cumplan la mayoría de edad en los años siguientes— deberán responder a una pregunta clave: ¿estarían dispuestos a incorporarse al servicio militar? Con la llegada a los 18 años, deberán completar un formulario con datos personales y someterse a una evaluación médica para medir sus capacidades físicas y psicológicas. El alistamiento seguirá siendo voluntario, pero el Estado contará por primera vez desde 2011 con un padrón militar actualizado.
El Ministerio de Defensa justificó el cambio apelando a la necesidad de preparación frente a escenarios de tensión. El examen médico se aplicará de forma progresiva: inicialmente voluntario, y obligatorio a partir de mediados de 2027. Alemania se suma así a una tendencia europea en la que países como Bélgica y Francia también buscan reforzar su capacidad defensiva.
En las calles y escuelas de Berlín, el ambiente es otro. Entre los adolescentes predomina el rechazo frontal a participar. Pavel Khanukaev, de 16 años, lo resume sin rodeos: “No pienso hacerlo. Y si lo vuelven obligatorio, buscaré declararme no apto”. Sus amigos comparten la postura. Solo uno de ellos, Adrián Carrillo, reconoce que cumpliría el servicio si fuera un mandato legal, aunque aclara que no lo asocia directamente con una participación en combate.
El derecho a la objeción de conciencia, consagrado en la Constitución alemana, aparece como la vía de escape para muchos. Para quienes opten por esta alternativa, el camino sería un servicio civil sustitutivo.
Los jóvenes se mueven en barrios distintos de la capital y en contextos diversos, pero todos aseguran que la idea del alistamiento genera rechazo generalizado. Khanukaev incluso forma parte de un comité estudiantil que prepara una huelga escolar contra un eventual regreso de la mili obligatoria.
El telón de fondo es la guerra en Ucrania y la creciente fricción con Rusia. En este contexto, el Gobierno alemán ha prometido construir la fuerza armada más robusta de la Unión Europea. El canciller, Friedrich Merz, insistió recientemente en que la seguridad “no es gratuita” y que la defensa es una responsabilidad colectiva.
En esta primera fase, el Gobierno espera atraer suficientes voluntarios. Si la respuesta no alcanza los niveles previstos, el Ejecutivo y el Parlamento podrían reactivar la mili obligatoria suspendida hace más de una década. Para incentivar la participación, se ha planteado un salario mínimo de 2.600 euros brutos mensuales. Sin embargo, para este grupo de adolescentes, el incentivo económico no cambia su perspectiva. “El dinero no compensa nada. La guerra no se puede normalizar”, sostiene Khanukaev. Su amigo Balduin Brussig agrega: “Hablar de más reclutamientos da la impresión de que viene un conflicto serio, y eso genera temor”.
La percepción de que el servicio militar podría atraer sobre todo a jóvenes de origen humilde también está en el centro del debate. “Se vende como una salida para los más vulnerables, y eso es irresponsable”, insiste Carrillo.
El plan del Ejecutivo es ambicioso: elevar el contingente activo a 255.000 soldados para 2035 —desde los actuales 183.000— y duplicar la reserva hasta los 200.000 efectivos.
Entre los jóvenes también emerge una crítica generacional. Plath considera que las decisiones sobre defensa no deberían recaer exclusivamente en políticos mayores que, a su juicio, “ven a los jóvenes como piezas intercambiables”. Brussig incluso admite que, en caso de un llamado obligatorio y sin opción de servicio civil, ha conversado con su familia sobre abandonar el país.
En paralelo, surge un debate adicional entre quienes tienen doble o triple nacionalidad. Según datos oficiales, una sexta parte de los jóvenes nacidos en 2008 con pasaporte alemán posee también otra nacionalidad. Para familias con varios orígenes, el proceso abre dilemas identitarios. Khanukaev, con ciudadanía alemana, israelí y española, asegura que no se identifica plenamente con ningún país: “La identidad no determina si haces la mili. Las fronteras son constructos”.
Carrillo, por su parte, no tiene pasaporte alemán, pero planea solicitarlo. Su madre teme que hacerlo lo obligue a entrar en el nuevo sistema. Él, sin embargo, lo tiene claro: “No puedo esperar indefinidamente. Y no quiero que la nacionalidad defina mis miedos”.
Fuente: El País

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