Cuando la ideología nubla la empatía
Por Eduardo Carbajal. Estratega Político
En los últimos años, algo profundo y preocupante ha ocurrido en la sociedad: la pérdida de la objetividad y de los valores humanos más básicos ante la defensa ciega de una ideología política. Hoy, muchas personas prefieren justificar lo injustificable antes que aceptar que su movimiento, su partido o su líder puede equivocarse. Esa necesidad de tener siempre la razón ha convertido a ciudadanos sensibles en fanáticos que, sin darse cuenta, han perdido la capacidad de indignarse ante la tragedia ajena.
El reciente asesinato del alcalde de Uruapan es un ejemplo doloroso. En lugar de unirse en condena y exigir justicia, algunos prefirieron minimizar el hecho, desviar la conversación o culpar a otros para proteger una narrativa política. Esa reacción no solo refleja miedo a aceptar la realidad, sino una descomposición moral: cuando la lealtad partidista vale más que una vida humana, algo muy grave se ha roto en nuestra conciencia colectiva.
Lo más alarmante es que muchos de esos defensores automáticos se sienten “analistas políticos” en redes sociales, repitiendo discursos vacíos sin detenerse a pensar en las víctimas reales. El debate público se ha llenado de excusas y de odio, mientras la empatía —esa que debería ser la base de toda convivencia— se desvanece entre likes y consignas.
Recuperar la
objetividad no es cuestión de partidos, sino de dignidad. La política no
debería ser un ring de fanatismos, sino un espacio para construir un país más
justo. Defender una causa nunca debe significar cerrar los ojos ante el dolor
humano. Porque cuando la ideología se impone sobre la compasión, dejamos de ser
ciudadanos para convertirnos en cómplices del silencio.


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