Incoherencia política en México: cuando el discurso va por un lado y los hechos por otro


Por: Eduardo Carbajal. Consultor en Estrategia Política 

En la política mexicana actual, muchos ciudadanos —especialmente los jóvenes— se sienten confundidos y hasta defraudados. Es como si algunos políticos del oficialismo jugaran un partido de fútbol donde prometen meter goles para el pueblo, pero en la cancha patean el balón hacia su propia portería. Dicen que luchan contra la corrupción, que defienden a los más pobres, que son distintos a los de antes… pero cuando revisamos lo que hacen, muchas veces repiten los mismos errores del pasado. 

Uno de los grandes problemas que enfrenta México es la incoherencia entre el discurso y la acción. Los políticos oficialistas suelen hablar de austeridad, pero gastan en fiestas y viajes fuera de proporción. Prometen no mentir, no robar y no traicionar, pero aprueban leyes en lo oscurito, imponen a sus aliados en puestos clave y callan ante los escándalos internos. Esta falta de congruencia no solo decepciona, también erosiona la confianza en las instituciones. 

Para los jóvenes, que son nativos digitales y tienen acceso inmediato a la información, estas contradicciones son evidentes. Es como seguir a un influencer que predica la vida sana, pero que en secreto fuma y no hace ejercicio. El problema no es solo la doble moral, sino el mensaje que se transmite: que mentir está bien si lo haces con carisma, que prometer sin cumplir es parte del juego político. 

Además, el oficialismo ha caído en una peligrosa costumbre: dividir al país entre “los buenos” y “los enemigos del pueblo”. Esta narrativa simplista funciona para polarizar, pero impide el diálogo y descalifica cualquier crítica legítima. En vez de construir puentes, muchos políticos construyen trincheras. Y mientras tanto, los problemas reales —inseguridad, falta de empleo, deterioro en salud y educación— siguen sin resolverse de fondo.

Como consultor político, puedo afirmar que ningún gobierno puede sostenerse solo con propaganda. Tarde o temprano, la realidad alcanza al discurso. Si el gobierno no corrige el rumbo y si sus representantes no se alinean con lo que dicen defender, los jóvenes —que son críticos, exigentes y participativos— serán los primeros en dar la espalda y buscar nuevas opciones. 

México necesita líderes congruentes, no solo buenos oradores. Necesita servidores públicos que no solo usen frases bonitas, sino que las conviertan en políticas reales. La coherencia no es un lujo en la política: es la base mínima para construir una democracia sólida y con futuro. Porque al final del día, un político sin coherencia es como un mapa sin ruta: mucho papel, pero ningún camino claro.

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