Internacional
El 20 de septiembre, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, calificó al gobierno de Nicaragua, liderado por Daniel Ortega y Rosario Murillo, como una dictadura. Esto, a pesar de que el expresidente panameño Ricardo Martinelli, figura clave en el partido que llevó a Mulino al poder, se encuentra refugiado en la Embajada de Nicaragua en Panamá desde hace meses.
Mulino, en una entrevista con Deutsche Welle (DW), aclaró que la permanencia de Martinelli en la embajada nicaragüense es un derecho amparado por tratados internacionales y no debe vincularse con la naturaleza del régimen nicaragüense. "Sin duda alguna, Nicaragua es una dictadura política, reprochable desde todo punto de vista", afirmó el mandatario.
El especialista en relaciones internacionales, Carlos Murillo, respaldó la postura de Mulino, señalando que la calificación de Nicaragua como una dictadura era acertada. Según Murillo, la diferencia entre la opinión política del presidente panameño sobre el régimen y la situación de Martinelli es comprensible, aunque queda por ver cómo reaccionará Nicaragua.
Por su parte, el analista panameño Edwin Cabrera destacó que estas declaraciones son "las más contundentes" de Mulino sobre el régimen nicaragüense y podrían generar incomodidad tanto para Martinelli como para la embajada de Nicaragua, aunque los regímenes autoritarios suelen ignorar este tipo de críticas.
Cabrera también señaló que, si el régimen nicaragüense fuese serio, ya habría tomado medidas diplomáticas, como el llamado a consultas de su embajador en Panamá, lo cual no ha sucedido hasta el momento.
A pesar de las críticas, Murillo considera poco probable que el régimen de Ortega expulse a Martinelli de la embajada, ya que esto podría desencadenar acciones legales ante organismos internacionales en defensa de los derechos humanos del exmandatario. Expulsar a Martinelli, según Murillo, no solo sería una represalia contra él, sino también una violación a sus derechos fundamentales.
Desde que asumió la presidencia, Mulino ha intentado distanciarse de Martinelli, negando cualquier tipo de acuerdo o dependencia del expresidente, quien permanece en la embajada nicaragüense para evitar ser encarcelado en Panamá tras ser condenado por lavado de activos. En su discurso de victoria, Mulino subrayó que no es "títere de nadie" y que su triunfo no fue resultado de las decisiones de Martinelli.
Cabrera explicó que la situación de Martinelli en la embajada se ha convertido en un obstáculo para Mulino, pues el expresidente sigue manteniendo comunicación con su partido desde la sede diplomática, lo que complica la gestión del actual gobierno.
Además, Cabrera cree que, ante la falta de acción por parte del régimen Ortega-Murillo, es probable que Mulino incremente sus críticas contra la dictadura nicaragüense, lo que podría generar una ruptura total entre ambos políticos.
El 7 de septiembre, Martinelli cumplió siete meses asilado en la Embajada de Nicaragua, argumentando que es víctima de persecución política en su país. Fue condenado en febrero de este año a más de 10 años de prisión por delitos de lavado de activos, lo que lo convierte en el primer expresidente de Panamá en ser sentenciado por este tipo de crímenes.
Aunque existe hermetismo sobre la situación de Martinelli en la embajada, algunas fuentes cercanas aseguran que el exmandatario busca por todos los medios quedarse en Panamá, a pesar de la condena.
El analista costarricense Guillermo Zeledón Flores advierte que la situación de Martinelli plantea un desafío diplomático en la región, complicando la cooperación entre países y tensando las relaciones bilaterales. Zeledón señala que una solución diplomática respetuosa con los principios de justicia y soberanía será clave para evitar una escalada mayor en las tensiones entre Panamá y Nicaragua.
Fuente: La Prensa