Por: Edward Páez H
La comunicación estratégica es un proceso planificado y consciente que se enfoca en la utilización de la comunicación para alcanzar objetivos específicos. A diferencia de la comunicación convencional, la comunicación estratégica implica la identificación clara de metas y la formulación de un plan detallado para alcanzarlas mediante el uso de mensajes cuidadosamente elaborados y difundidos a través de canales seleccionados.
En el contexto de las campañas políticas, la comunicación estratégica se convierte en una herramienta esencial para influir en la opinión pública, movilizar a los votantes y construir la imagen del candidato. Según Lawrence Freedman, la comunicación estratégica es ‘la capacidad de un actor para estructurar la narrativa y controlar la interpretación de eventos para moldear el entorno operativo en su favor’ (Freedman, 2016). Esta capacidad es fundamental en las campañas políticas, donde la percepción pública puede ser determinante en el resultado electoral.
Los usos más frecuentes de la comunicación estratégica en campañas políticas en América Latina incluyen la creación de narrativas que resuenen con los valores y preocupaciones del electorado, el uso de la segmentación de audiencias para dirigir mensajes específicos a grupos determinados de votantes, y la gestión de crisis para mitigar los impactos negativos de eventos inesperados. Estos elementos se integran en un esfuerzo coordinado para maximizar la efectividad del mensaje político y garantizar que alcance al público objetivo en el momento adecuado. La comunicación estratégica es fundamental en las campañas políticas, donde se busca influir en la opinión pública y movilizar a los votantes de manera efectiva.
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) ha transformado este enfoque, añadiendo precisión y sofisticación en la manera en que los estrategas políticos operan. Desde la segmentación del electorado hasta la personalización de mensajes y el análisis de sentimientos, la IA se ha integrado en todas las fases del proceso de comunicación. La segmentación del electorado mediante IA permite analizar grandes volúmenes de datos, identificando patrones de comportamiento y preferencias políticas. Este enfoque ha sido clave en campañas como la de Donald Trump en 2016, donde se crearon mensajes personalizados dirigidos a votantes con intereses específicos, resultando crucial para su éxito electoral. De manera similar, en la campaña de Emmanuel Macron en 2017 en Francia, el microtargeting ayudó a consolidar su base electoral entre votantes jóvenes interesados en innovación tecnológica.
Además de la segmentación, la IA ha permitido el desarrollo de la "narrativa adaptativa," donde los mensajes de campaña se ajustan en tiempo real según las reacciones del público. Esta técnica fue utilizada en las elecciones de Estados Unidos en 2020, donde ambos partidos ajustaron sus mensajes basados en las respuestas de los votantes en redes sociales (Schwartz, 2020). Otra área en la que la IA ha demostrado ser invaluable es en el análisis de sentimientos, técnica que evalúa emociones y opiniones en textos. Esto permitió ajustar estrategias de comunicación, como en las campañas del Brexit en 2016 y la de Jair Bolsonaro en 2018.
El uso de aplicaciones como chatbots y asistentes virtuales ha mejorado la interacción con los votantes, permitiendo respuestas personalizadas en tiempo real y recopilación de datos sobre
sus preferencias. Estos aplicativos no solo mejoran la experiencia del usuario, sino que también aumentan el compromiso con la campaña, creando un flujo constante de información que puede ser utilizada para ajustar las estrategias de comunicación. Sin embargo, el uso de estos avances tecnológicos también plantea preocupaciones éticas, como la posible creación de "cámaras de eco," donde los votantes solo reciben información que refuerza sus creencias preexistentes, sin exposición a puntos de vista alternativos (Pariser, 2011). Esta práctica puede polarizar a la sociedad y distorsionar la percepción de la realidad entre los votantes, subrayando la necesidad de un uso responsable de la IA en las campañas políticas.
Uno de los riesgos más críticos del uso de IA en campañas políticas es la manipulación algorítmica que puede crear realidades sesgadas. Los algoritmos pueden ser diseñados para mostrar a los votantes solo la información que refuerza sus creencias preexistentes, limitando su exposición a puntos de vista alternativos. Esto es particularmente problemático en contextos políticos, donde los anuncios dirigidos por IA pueden enfocar su mensaje en audiencias ya predispuestas a apoyar a un candidato, reforzando sesgos sin ofrecer un panorama completo de la realidad (Howard & Kollanyi, 2020).
Un ejemplo alarmante es el uso de deepfakes en campañas políticas. En India, se utilizaron videos falsos de políticos hablando en diferentes dialectos para captar votantes en regiones específicas, lo que subraya la necesidad urgente de regulaciones éticas para mitigar el impacto de estas tecnologías en la integridad de los procesos democráticos (Vincent, 2020). Estas innovaciones avanzadas, como los modelos de lenguaje de última generación y sistemas autogenerativos de video, ya están transformando la comunicación política, creando contenido multimedia con un realismo sin precedentes. En las elecciones de 2020 en Estados Unidos, donde la campaña de Joe Biden implementó asistentes virtuales que no solo respondían preguntas, sino que también personalizaban el contenido para diferentes grupos demográficos. Esto permitió a la campaña adaptar su enfoque de manera más efectiva para atraer a votantes indecisos.
Las innovaciones más recientes en este ámbito incluyen chatbots que no solo responden a preguntas, sino que también son capaces de aprender de cada interacción para mejorar las respuestas futuras. Estos bots están siendo desarrollados para entender mejor el contexto y las emociones del usuario, lo que les permite mantener conversaciones más naturales y efectivas; además, los robots de tendencias ahora están equipados con capacidades avanzadas de IA que les permiten predecir cambios en la opinión pública con mayor precisión, ayudando a las campañas a ajustar sus estrategias antes de que los problemas potenciales se conviertan en crisis.
Puede inferirse fàcilmente, que el futuro de la comunicación estratégica en las campañas políticas está siendo radicalmente transformado por la aparición de estos modelos de inteligencia artificial avanzados, que en el momento en que se escribe este artículo (agosto de 2024) son capaces de generar contenido multimedia con un realismo sin precedentes. Esta revolución tecnológica, liderada por desarrollos como los modelos de lenguaje de última generación, los sistemas autogenerativos de video y las plataformas de inteligencia artificial especializadas, plantea desafíos significativos para la integridad de los procesos democráticos.
Expertos como Yuval Noah Harari han advertido sobre el poder de la IA para manipular no solo mercados y sistemas, sino también las mentes humanas. Harari ha señalado que en un futuro cercano, los algoritmos serán capaces de conocer a los individuos mejor que ellos mismos, anticipándose a sus pensamientos y decisiones, lo que podría ser explotado en el ámbito político para manipular elecciones (Harari, 2018).
A su vez, medios influyentes como The New York Times y The Wall Street Journal han expresado preocupación sobre cómo la IA podría manipular la opinión pública, creando realidades alternativas que socavan la capacidad del electorado para tomar decisiones informadas. Kara Swisher, de The New York Times, advierte que la IA podría convertirse en una herramienta poderosa para explotar las debilidades de las democracias modernas, especialmente a través de la segmentación y personalización de mensajes dirigidos con precisión. Similarmente, The Wall Street Journal ha señalado que el uso de IA en campañas electorales podría desestabilizar economías emergentes al fomentar la polarización y la inestabilidad política, particularmente en contextos de alta desigualdad como América Latina.
En Europa, The Guardian y Der Spiegel han discutido cómo la IA, utilizada para crear deepfakes y manipular información, podría transformar la política en un "juego de espejos", donde la verdad se distorsiona hasta volverse irreconocible. En América Latina, El País ha advertido sobre la falta de regulación en la región, lo que podría convertirla en un laboratorio para experimentos políticos basados en IA, con un alto riesgo de crisis de gobernabilidad debido a la manipulación de la opinión pública y la desinformación masiva.
Noam Chomsky, en su obra Manufacturing Consent, argumenta que los medios de comunicación han sido utilizados históricamente para moldear la opinión pública y legitimar intereses políticos, a menudo a expensas de la verdad y la justicia. Este análisis es igualmente aplicable a la IA, que cuando se usa para fines manipulativos, se convierte en una herramienta para distorsionar la voluntad popular.
Por ello, es crucial que quienes manejan estas tecnologías lo hagan con una profunda entereza moral y un compromiso con los valores democráticos, asegurando que la IA se utilice para empoderar al electorado y no para subvertir la democracia. La ética en la comunicación política exige un compromiso inquebrantable con la verdad, la transparencia y el respeto por la autonomía del electorado, por lo que los consultores y estrategas políticos deben resistir la tentación de utilizar la IA para crear realidades alternativas o explotar las vulnerabilidades emocionales del público, buscando en su lugar, trabajar para elevar el nivel del debate público, utilizando la IA para facilitar una comprensión más profunda de las políticas y los problemas que enfrenta la sociedad, contribuyendo así a una democracia más informada y justa.
En el ámbito de la consultoría política, los consultores, spin doctors y estrategas son más que simplemente técnicos u operadores de campaña; debe actuar como auténticos guardianes de la democracia; esta responsabilidad moral que llevamos implica asegurar que las herramientas de comunicación, incluida la inteligencia artificial (IA), se utilicen para empoderar al electorado y fortalecer el proceso democrático, no para distorsionarlo. Este enfoque ético no solo es esencial para preservar la integridad de las elecciones, sino también para mantener la confianza pública en las instituciones democráticas, tal como argumenta Lawrence Freedman en su obra Estrategia: Una Historia (2016), “la estrategia política debe ser coherente con los principios éticos, utilizando las herramientas a su disposición de manera que contribuyan al bien común, en lugar de simplemente buscar la victoria a cualquier costo”.
Referencias:
Chomsky, N., & Herman, E. S. (1990). Los guardianes de la libertad: Propaganda, desinformación y consentimiento en las democracias. Crítica.
Freedman, L. (2016). Estrategia: Una Historia. La Esfera. Harari, Y. N. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Debate.
Howard, P. N., & Kollanyi, B. (2020). The global disinformation order: 2020 Global inventory of organised social media manipulation. Oxford Internet Institute.
Pariser, E. (2017). El filtro burbuja: Cómo la web decide lo que leemos y lo que pensamos. Taurus.
Schwartz, O. (2020). How artificial intelligence is transforming campaign strategies in US elections. BBC News.
11. Vincent, J. (2020). Deepfake election: How a candidate in India used AI to sway votes. MIT Technology Review.