Por Christian Olalde
Las encuestas tienen un gran poder en la comunicación política, ya que influyen mucho en lo que la gente piensa de un personaje político. Como muestran de manera numérica qué tanto apoyo o rechazo tiene alguien, las encuestas dan la impresión de ser objetivas y confiables. Cuando un candidato sale bien posicionado en las encuestas, mucha gente tiende a subirse al "tren ganador", es decir, apoyan a quien ven con más posibilidades de ganar porque no quieren "perder su voto". Esto genera una corriente positiva alrededor del personaje que puede beneficiar enormemente su campaña.
Por el contrario, cuando un político aparece mal en las encuestas, puede generar la percepción de que está perdiendo y eso le afecta. La gente, en general, desconfía de los que no tienen suficiente respaldo popular y es menos probable que voten por alguien que ven como "perdedor". Esto no solo impacta a los votantes, sino también a los medios y a quienes apoyan económicamente a las campañas. Si ven que un candidato no levanta en las encuestas, podrían retirar su apoyo o darle menos espacio en los medios.
Otro aspecto importante es cómo se presentan las encuestas y cómo se interpretan. Los medios, las redes sociales y los equipos de campaña o gobierno suelen manejar los resultados a su favor manipulandolas, construyendo narrativas que benefician al personaje político o para atacar a un contrincante. Por ejemplo, un candidato que aparece como favorito usará esa información para proyectar confianza y hacerle sentir al público que su victoria es segura mediante la publicidad que realce la aceptación, aunque la realidad pueda ser diferente. Al mismo tiempo, sus rivales pueden desacreditar esos números o enfocarse en otros detalles para intentar disminuir ese efecto positivo.
Las encuestas en funciones de Gobierno
Cuando un político o partido ya está en funciones de gobierno, las encuestas siguen siendo una herramienta clave para manipular la percepción de la ciudadanía y ajustar sus decisiones. Si un gobierno tiene altos niveles de aprobación, puede aprovechar ese respaldo para impulsar reformas o proyectos más ambiciosos.
Finalmente, estas encuestas son esenciales para la estrategia electoral futura. Un gobierno que se mantiene al tanto de las percepciones públicas puede utilizar esa información para planificar su reelección o asegurar la continuidad de su partido en el poder. Mantener una relación cercana con la opinión pública a través de encuestas les permite medir el pulso social y anticipar posibles escenarios para las próximas elecciones.
En conclusión, las encuestas pueden ser una herramienta muy poderosa, pero también pueden usarse como instrumentos de manipulación. Aunque en teoría sirven para medir la opinión pública, en la práctica, muchas veces se emplean para influir en cómo la gente percibe a un personaje político o un tema específico. Al destacar ciertos resultados o presentarlos de manera conveniente, los actores políticos y los medios pueden generar una percepción que favorezca sus intereses, ya sea impulsando a un candidato, persona en funciones de gobierno o desacreditando a alguien.
Este uso manipulador de las encuestas busca crear una ilusión de consenso o mayoría, lo que puede empujar a los votantes indecisos a seguir la corriente. También puede afectar la participación ciudadana, ya que si la gente cree que un resultado está prácticamente decidido, puede optar por no votar, pensando que su opinión no hará diferencia. Al final, el poder de las encuestas radica no solo en lo que reflejan, sino en cómo se interpretan y comunican, convirtiéndose en una herramienta que puede moldear realidades, más que simplemente reflejarlas.