Rodrigo Chaves desafía al Tribunal Electoral y tensiona el inicio de la campaña en Costa Rica

Rodrigo Chaves desafía al Tribunal Electoral y tensiona el inicio de la campaña en Costa Rica

Costa Rica

Costa Rica atraviesa un momento político inédito. El país que durante décadas se enorgulleció de su “fiesta electoral” y del respeto irrestricto a las instituciones democráticas enfrenta hoy una tensión abierta entre el presidente Rodrigo Chaves y el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). El inicio de la campaña para las elecciones generales del próximo 1° de febrero ha estado marcado por enfrentamientos directos, denuncias de intromisión del Ejecutivo y un ambiente de crispación que pone a prueba la estabilidad política costarricense.

El conflicto escaló tras el mensaje público de la presidenta del TSE, Eugenia Zamora, dirigido al mandatario con motivo del primer mes de campaña. En un tono inusualmente severo, la magistrada le reclamó a Chaves por involucrarse en el proceso electoral y lo responsabilizó de “amenazar la paz y la estabilidad política del país”. “No me es grato expresarle estas palabras”, dijo Zamora, quien recordó que el mandatario no puede destituirla, como respuesta a los ataques del presidente, que la acusa de parcialidad y corrupción.

Chaves, quien en 2022 elogió al mismo Tribunal que ahora cuestiona, ha intensificado su discurso contra la institución luego de que esta extendiera la prohibición de propaganda gubernamental a los espacios digitales. La medida busca impedir que el Ejecutivo favorezca a la candidata oficialista Laura Fernández, actual favorita del mandatario, aunque con bajos niveles de intención de voto según las encuestas del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica.

La decisión del TSE de reforzar la neutralidad institucional desató la respuesta del presidente, que se declaró víctima de una “mordaza” y continuó refiriéndose a Fernández y al oficialismo en actos públicos. Ante la reincidencia, el Tribunal solicitó a la Asamblea Legislativa levantar la inmunidad presidencial para investigarlo por “beligerancia política”, una medida sin precedentes en la historia democrática costarricense.

La petición ha polarizado a la clase política. Mientras los detractores del mandatario respaldan la iniciativa como defensa del orden constitucional, otros advierten sobre el riesgo de fortalecer el discurso victimista del presidente. “No excuso al presidente si ha incurrido en parcialidad política, pero levantarle la inmunidad sería desproporcionado y dañino para el país”, opinó el exmagistrado Carlos Arguedas, del Partido Liberación Nacional.

No es la primera vez que Chaves enfrenta una amenaza de desafuero. En septiembre, logró evitar que prosperara una moción para retirarle la inmunidad por un caso de presunta corrupción. El episodio reforzó su imagen entre sus simpatizantes, que ven en él a un líder que desafía al sistema y a lo que el mandatario llama “el Estado profundo”.

Desde entonces, Chaves ha redoblado sus ataques contra el TSE, al que acusa de servir a intereses partidistas. Ha insinuado incluso la posibilidad de manipulación electoral, señalando a Zamora como “operaria del PLN” por un cargo que ocupó hace cuatro décadas. El discurso, que combina crítica institucional con narrativa populista, ha calado en parte de su base política, que asocia su gobierno con una “revolución pacífica” contra las élites.

Aunque la Constitución impide la reelección inmediata, Chaves busca garantizar la continuidad de su proyecto político a través de la candidatura de Laura Fernández, quien ha prometido nombrarlo ministro de la Presidencia en caso de ganar. “Es la manera de mantenerlo ahí arriba”, expresó un simpatizante en San José, reflejando la identificación personalista que persiste entre sus seguidores.

La campaña apenas comienza, pero ya ha revelado un escenario más polarizado y combativo que cualquiera vivido en Costa Rica desde 1948. En el centro del debate no solo está la disputa por el poder, sino la credibilidad del sistema electoral que, por más de siete décadas, fue el símbolo de la estabilidad democrática del país.

Fuente: El País

 

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