Los pueblos amazónicos reclaman equidad climática ante la COP30
Bites
A pocas semanas de la Conferencia de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP30), que por primera vez se celebrará en la Amazonía, líderes indígenas de la región alzan la voz ante lo que califican como una carga desproporcionada: ser los guardianes del planeta sin contar con las condiciones mínimas para garantizar su propia supervivencia.
Un trabajo conjunto del Bureau of Investigative Journalism (TBIJ) y América Futura de EL PAÍS, que entrevistó a cien personas indígenas —más de setenta de ellas en la cuenca amazónica—, revela una percepción común: la vida en la selva se ha vuelto más difícil desde la firma del Acuerdo de París, en 2015. El 68% de los encuestados afirmó que su capacidad para cazar, pescar o cultivar ha disminuido, y la mayoría considera que los discursos internacionales no se han traducido en mejoras reales.
“¿Qué más tenemos que sacrificar para que el norte global viva dignamente mientras nuestras vidas se deterioran?”, cuestiona Patricia Suárez Torres, del pueblo murui del Amazonas colombiano.
El bosque como extensión de la vida
Para los pueblos originarios, el bosque no es un recurso: es una relación. “El bosque es nuestra familia, nuestra madre”, señala Alessandra Korap Munduruku, reconocida líder ambiental brasileña. Sus palabras reflejan una cosmovisión compartida: la selva es al mismo tiempo farmacia, templo y hogar espiritual. Su destrucción, por tanto, es también la pérdida de una parte esencial de la identidad colectiva.
Los efectos del cambio climático se hacen sentir en cada rincón del territorio. Las altas temperaturas, la contaminación por mercurio y la deforestación alteran la salud y el equilibrio ecológico. “El calor ahora arde, no quema. Es como si el fuego estuviera al lado”, describe Roque Miraña, del pueblo Bora-Miraña, en Colombia.
En zonas fronterizas de Brasil, Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia, la presión es doble. A la crisis ambiental se suman la violencia y el control territorial de al menos 17 grupos armados, según la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS). “El ejercicio de gobierno propio se ve amenazado y la seguridad de nuestras guardias indígenas está en riesgo”, advierte Deisy Escobar Piaguaje, del pueblo siona.
Derechos que aún no se cumplen
Aunque muchos países reconocen constitucionalmente los derechos indígenas, su cumplimiento sigue siendo limitado. Más del 60% de los consultados aseguró que sus gobiernos no protegen efectivamente sus territorios. En Perú, el retroceso en legislación ambiental e indígena genera preocupación; en Venezuela, la falta de atención sanitaria agrava la vulnerabilidad; y en Brasil, los pueblos originarios observan con cautela los esfuerzos del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, pese al avance simbólico que representa la creación del Ministerio de Pueblos Indígenas, encabezado por Sônia Guajajara.
Fany Kuiru Castro, presidenta de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), advierte que la situación es “extremadamente grave”: “La persecución, los asesinatos y la criminalización de los defensores del territorio se profundizan con la crisis climática”.
Más que guardianes
Aunque Naciones Unidas y diversas organizaciones destacan el papel de los pueblos indígenas como los “mejores guardianes de los bosques”, muchos líderes rechazan ese término por considerarlo reduccionista. “No somos las mascotas del mundo. Somos los dueños de nuestros territorios”, responde el dirigente peruano Jamner Manihuari.
Las comunidades insisten en que el verdadero apoyo debe traducirse en reconocimiento legal de sus tierras, financiamiento directo y participación en la toma de decisiones globales. Además, piden revisar los mecanismos de compensación como los créditos de carbono, percibidos con desconfianza. “Los que contaminan creen que pueden pagar para seguir haciéndolo”, resume Fausto Cruz, del pueblo Piratapuyo.
Una oportunidad desde la Amazonía
Pese al escepticismo, la COP30 despierta expectativas. Será la primera conferencia climática celebrada en la selva, un territorio que representa más del 60% de la biodiversidad del planeta y que hoy enfrenta una deforestación acelerada.
“Esta vez el mundo vendrá a nuestro hogar”, afirma Maickson Pavulagem, líder amazónico. “Si la COP escucha a los pueblos tradicionales, podremos avanzar hacia una verdadera solución climática”.
Mientras tanto, las comunidades amazónicas mantienen un mensaje claro: proteger la selva no puede seguir siendo una tarea solitaria. Como advierte Nardy Velasco Vargas, del pueblo chiquitano de Bolivia:
“Nos están dejando la carga de salvar el planeta, cuando fueron otros quienes lo destruyeron”.
Fuente: El País

.jpg)
