El fantasma del comunismo ya debería pagar arriendo en La Moneda

Por: Leonardo Silva

En cada elección chilena, resucita el mismo espanto: el comunismo. A veces viene disfrazado de dictadura caribeña, otras veces de “agenda ideológica”, “pérdida de libertades”, o directamente del apocalipsis económico. Lo cierto es que, cada cuatro años, alguien saca el viejo libreto: “si gana la izquierda, nos convertimos en Venezuela”.

Y cada cuatro años… eso no pasa.

Desde Ricardo Lagos en 1999 hasta Gabriel Boric en 2021, pasando por ambos gobiernos de Michelle Bachelet, el discurso del miedo al comunismo se ha repetido como un mantra gastado, pero con una particularidad: en todos esos casos, ganó la centroizquierda o la izquierda. Y en ninguno, absolutamente ninguno, Chile dejó de ser una democracia, ni se abolió la propiedad privada, ni se persiguieron opositores, ni se cerraron medios. Spoiler: Chile no se volvió Cuba.

Entonces, ¿por qué seguimos escuchando lo mismo?

El “cuco” que no muere

El problema del miedo como estrategia es que, cuando se usa demasiado, deja de funcionar. Es como gritar “fuego” en cada función de teatro. Al principio asusta, luego molesta, y después ya nadie escucha. El comunismo chileno, con una participación acotada en los gobiernos, sin mayorías parlamentarias y respetando el marco democrático, nunca ha tenido poder para hacer aquello de lo que se le acusa.

Pero eso no ha impedido que en cada campaña se lo use como el enemigo oculto que va a tomarse el país si no se vota “correctamente”. Una especie de “monstruo bajo la cama” político. La ironía es que el monstruo nunca aparece. Lo que sí aparece, religiosamente, es el miedo.

¿Funciona todavía?

El miedo puede mover votos. Eso es verdad. Pero también puede inmovilizar, saturar o, peor, hacer reír. En 2025, el votante chileno es más digital, más crítico y más difícil de manipular con clichés. Y cada vez que se le intenta convencer con amenazas ideológicas sin respaldo fáctico, responde con desconfianza o indiferencia.

Ya no basta con gritar “comunismo” para ganar una elección. Hay que ofrecer algo mejor que el miedo: ideas, propuestas, visión.

¿Hora de cambiar de guion?

Quizás el problema no es el comunismo, sino la obsesión con él. Quizás lo que se agota no es el modelo de izquierda, sino el modelo de campaña basado en el terror. Porque si después de cinco gobiernos no se ha cumplido ninguna de las profecías apocalípticas, entonces el problema no era el comunismo… era el cuento.

Y en ese caso, sí: el fantasma debería pagar arriendo en La Moneda. Porque lleva más de dos décadas instalado ahí, sin hacer nada, pero cobrando protagonismo en cada elección.



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