Crisis democrática y fin de partidos políticos



Por Elliot Coen

Hace unos días nos reunimos un grupo de Consultores Políticos en Ciudad de México bajo la sombrilla de la UNAM (Universidad Autónoma de México) y ALACOP (Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos).

Conversamos sobre el enorme desafío que tenemos los consultores para defender nuestros sistemas democráticos en momentos en que la democracia en Latinoamérica y, también en otros rincones del mundo, está siendo amenazada por gobiernos autoritarios tanto de derecha como de izquierda que, tuercen leyes y constituciones para perpetuarse en el poder. 

Los partidos políticos que son los vehículos que llevan al poder a nuestros gobernantes por su parte están sufriendo una caída en su apoyo por parte de una ciudadanía desilusionada y, mayoritariamente enojada, porque estos, sobre todo los partidos tradicionales, no han cumplido sus promesas. “Mucho ring ring y nada de helados”, diríamos los ticos y ticas.

Esta desconfianza en los partidos políticos es ya una epidemia en nuestros países. El Partido Justicialista en Argentina, el Aprista en Perú, el PRI en México o el Partido Liberación Nacional en Costa Rica son algunos ejemplos de la incapacidad de algunos de sus dirigentes por entender que la política moderna ya no es cómo era antes, donde el olfato, la experiencia, eran “suficientes” para generar una estrategia de comunicación que ganara el favor de los electores. La política moderna es más ciencia que arte.

Los partidos históricos se convirtieron en grupos de presión movidos por intereses, mayoritariamente económicos. La vocación de servicio público que origina la existencia de los partidos políticos en los siglos pasados de América Latina ha quedado en el olvido. Igual ha ocurrido con mucho del sindicalismo que es hoy, principalmente, un movimiento de defensa de sus “conquistas” pasadas. La emancipación de la clase trabajadora se convirtió en la defensa de los derechos adquiridos

En investigaciones que hemos hechos recientes en Costa Rica, por ejemplo, vemos que hoy, al partido Liberación Nacional los ciudadanos lo asocian con “el partido que defiende los intereses de los ricos” ¿Se imaginan? ¡El partido que consolidó las grandes reformas políticas, sociales y económicas que le dieron la grandeza internacional que el país gozó por décadas! La abolición del ejército para liberar recursos para la educación y la salud son obra de los principios socialdemócratas y la visión de estadística de un grupo de mentes brillantes y de costarricenses comprometidos que lideró don Pepe Figueres. 

Liberación Nacional de contar con una simpatía ciudadana del 38% bajó al 13%.  Otro referente, el PRI en México, por ejemplo, de tener más de 7 millones de militantes en el 2017 descendió a 1,5 millones en el 2023. 

El PRI acaba de recibir una de sus peores derrotas en una campaña electoral donde MORENA se alzó con una mayoría abrumadora aún mejor que las mejores que tuvo el PRI en sus más de 70 años de gobernar en México. El Aprismo en Perú desapareció y el peronismo en Argentina está en agonía. 

¿Qué pasó? Simple, sus liderazgos nacionales se olvidaron de sus principios ideológicos y pusieron sus deseos de poder político y económico por encima de la vocación de servicio público que en todo partido debe abundar.

El motivador de todo partido político es el bien común. Se les ha olvidado eso a muchos de sus dirigentes. Eso fue la razón de ser y fueron, todos esos partidos, muy exitosos buscando ese bien común.

La crisis que viven esos partidos les impide ver sus cualidades, a sus dirigentes y a sus comunicadores. Estos partidos, a mi juicio, cometieron un error de comunicación: perdieron la agenda mediática. La conversación política la ganaron sus adversarios quienes construyeron su capital político atacándolos, señalándolos. Ellos, cayeron y siguen cayendo, en la “trampa” que les pusieron.  

Estos partidos, sobre todo sus fundamentos ideológicos, tienen valor para el ciudadano. ¿Por qué no cacarearlo? Nuestras repúblicas están basadas en los principios de esos partidos y, en consecuencia, presentes en el ADN de nuestros pueblos.

He hecho campañas para partidos tradicionales y cada vez que propongo “recordar” los logros del pasado los veo en unas caras que me dicen: estás loco.

No, no lo estoy. Mezquinos son los que no quieren que se visualicen obras y políticos del pasado “porque ya jugaron”. Lo he escuchado de dirigentes. He oído a diputados nacionales, decir a sus equipos de comunicación que “en esta legislatura no se habla de las anteriores”

Esa mezquindad es la misma que tienen los populistas como el que nos gobierna en Costa Rica que no quieren hacer obra como un hospital porqué perdieron esa provincia en las elecciones pasadas.

Esa mezquindad es la que hace que hoy los ciudadanos piensen que los partidos históricos han perdido su encanto. Esa mezquindad es la que hace que los jóvenes no valoren las grandes decisiones del pasado. La cuota de poder propia es lo que, a muchos, les interesa.

La comunicación política en muchos de ese partido esta obsoleta, herrumbrada, añeja. 

Por falta de una comunicación moderna han perdido conexión con el electorado. La agenda mediática la está ganando el populismo quienes, a falta de logros concretos, montan “espectáculos políticos” con regularidad para atraer a una población desencantada, resentida, enojada. La oposición a estos gobiernos populistas ya sea en México, El Salvador, Argentina o Costa Rica sigue navegando en la narrativa del adversario. Hay que salirse de esas aguas si realmente queremos salvar del naufragio a nuestras democracias.

Se les ha olvidado a los políticos serios, que los hay, y muchos, que la libertad, para poder ejercerla requiere de educación y algunas garantías sociales como un buen sistema de salud. Sin educación y sin salud no hay libertad. Nos quedamos atrapados en la ignorancia y en la enfermedad ¿Entienden por qué tanto ataque de estos populistas a los sistemas educativos y de salud de nuestros países? Por ahí nos cortan el bien más preciado de los ciudadanos: su libertad.

Eso es lo que quieren y los estamos dejando. ¿Hasta cuándo? 

Los populistas, de izquierda o de derecha, eso ya no tiene importancia, están armando una guerra contra las élites políticas representadas por los partidos políticos tradicionales, para hacerse del poder económico. Buscan desplazar a las élites económicas que, históricamente, si han sido solidarias con los más necesitados.

Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, llegaron levantado banderas de defensa del pueblo de “opresores capitalistas” representadas por esas élites económicas. Ambos, ya se hicieron del poder económico a través de primero hacerse del poder político. Desplazaron a las élites económicas para ocuparlas ellos

 ¿Vamos a dejar que hayan más “nicaraguas o venezuelas” en nuestra América Latina? ¿No se dan cuenta los políticos y los dueños del capital lo que están arriesgando?

Al fin de cuentas, esto es más un tema de poder económico que político. Políticos, empresarios, académicos, profesionales, campesinos, trabajadores públicos y privados, todos, no caigamos en la agenda del populista.  Vamos a perder más de lo que nos podemos imaginar.

Los partidos políticos tienen una enorme responsabilidad. Los consultores políticos también. El capital va a cambiar de manos simplemente con una terrible consecuencia para nuestros pueblos: más desigualdad social, más pobreza, mucho más.

De lo que se trata hoy, no es de cuidar los negocios, las cuotas de podes, los status quo. Hoy, de lo que se trata es de defender la democracia y el Estado Social de Derecho.

Esa es la causa común alrededor de la cual, todos, en Latinoamérica, debemos cerrar filas. Urge.


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