Redacción Sufragio
Cartagena, una joya histórica y cultural, sufre en silencio el descuido y la indiferencia de sus propios habitantes. Es triste admitirlo, pero cada vez que visito esta ciudad, me lleno de pena y rabia al ver cómo se trata a nuestro Corralito de Piedra. A pesar de ser reconocida como patrimonio universal, los colombianos parecemos ignorar su valor y trascendencia, tratándola como una ciudad cualquiera.
Es desgarrador ver cómo los huecos y la basura inundan las calles, mientras el amor por la ciudad parece ausente en aquellos encargados de su protección y progreso, como el alcalde y los ediles. Un ejemplo de esto es el horrendo edificio que aún se yergue al lado del castillo de San Felipe, amenazando con arrebatarle el título de patrimonio de la humanidad. A pesar de haber tomado la decisión de derrumbarlo, como muchas cosas en este país, las acciones quedan en el olvido y las promesas en el aire.
Otros temas preocupantes resaltan en la ciudad. La inseguridad, representada por la renuncia de un alcalde debido a las amenazas de grupos armados, es una realidad que afecta el bienestar de la población y el progreso de Cartagena. La construcción inconclusa de la playa en Bocagrande es un reflejo de la falta de interés por parte de la alcaldía en el desarrollo de la ciudad.
El caótico tráfico, similar al de Bogotá, agobia a los habitantes con trancones interminables y una movilidad casi nula. Las calles estrechas se ven bloqueadas por vehículos mal estacionados, a pesar de las señales que prohíben hacerlo. La falta de autoridad y sanciones claras solo perpetúa esta problemática.
Es evidente que Cartagena necesita un líder con visión y compromiso, al estilo de Enrique Peñalosa o Antanas Mockus, quienes lograron inculcar amor y respeto por la ciudad en Bogotá. Las autoridades deben tomar medidas enérgicas para preservar la belleza y limpieza de la ciudad, sancionando a quienes ensucian sus calles y adoptando medidas como pañales para los caballos y reparación de andenes en mal estado.
Este país merece una Cartagena renovada, cuidada y convertida en un auténtico paraíso para sus habitantes y visitantes. Es imperativo que se acabe con la imagen de una ciudad asociada al consumo de drogas y al turismo sexual. Cartagena es mucho más que eso, es un tesoro histórico y cultural que merece respeto y cuidado. Solo con el compromiso de todos podremos lograr que esta hermosa ciudad recupere su esplendor y sea un lugar digno de admiración para el mundo.